-Cap. xxiv-

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A la mañana siguiente, muy temprano, baje a la enfermería para buscar unas nuevas vendas y darme otra capa de poción desinflamante en la rodilla, que ahora era de un color morado.

Cuando llegue, vi que Harry ya estaba despierto, por lo que me acerque a su cama.

—Buenos días, ¿ya estás mejor? ¿O sigues sin huesos?

—No ya me volvieron a crecer, solo esta un poco rígido. ¿Que tal tu rodilla?

—Bah, está bien, puedo caminar así que no me quejo. De hecho venía a por otras vendas, así que ahora vuelvo.

Me adentre al cuartillo donde Poppy tenía todo tipo de surtido de pócimas y medios de curaciones ademas de una pared llena de libros medicinales. Cogí la poción lila y un rollo de vendas, y justo cuando iba a salir Poppy me interceptó.

—¿Adónde crees que vas Reegan? Anda jovencita dame todo eso, hay una poción mucho mejor para tu rodilla. Te dije que quería verte la rodilla, fue un golpe muy fuerte, no se como es que puedes caminar bien. Mira tu cara tambien, con esas ojeras, ¿estás enferma? ¿Te duela la cabeza, la garganta...?

—No Poppy, no estoy enferma, soy resistente, además te dije que no era nada, la bludger solo me rozó— dije para que no me diera más pociones de las necesarias. Había riesgo de tragarme por error la hoja de mandrágora.

—Si, si lo que digas. Vete a la camilla al lado de Potter, ahora voy yo. Estos niños de hoy en día...

Me fui antes de que empezará otra vez con lo peligroso que era el Quidditch y como eran los niños de hoy en día.

Cuando llegué a la camilla vi que Harry tenía una bandeja con el desayuno. Poppy se acerco y me curo la rodilla, envolviéndola en las telas blancas, para despues dirigirse a Harry y se puso a flexionarle y estirarle el brazo y los dedos.

—Todo va bien —le dijo, mientras él apuraba torpemente con su mano izquierda las gachas de avena—Cuando termines de comer, puedes irte. Y tu Reegan me gustaría ver tu rodilla despues de la comida para saber que todo va bien. Si tienes problemas o te duele ven aquí inmediatamente.

Harry me miró un poco avergonzado para cerrar las cortinas de su cama y vistió lo más deprisa que pudo.

— Oye Harry...

—¿Sí Jae?

—¿Sabes quien hay detrás de esa cortina? No he visto que se mueva.

—Yo... Será mejor que te lo explique todo junto a Ron y Hermione— me dijo susurrando.

Me encogí de hombros y salí de la enfermería con Harry detrás. Vi que se dirigía a la torre de Gryffindor, por lo que lo paré.

—¿Adonde vas?

— A por Ron y Hermione—me dijo confundido.

—Están en el baño de Myrtle, ya han empezado la poción.

Cuando llegamos, abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.

—Soy yo —dijo, entrando en los lavabos y cerrando la puerta.

Oímos un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vimos a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.

—¡Harry! ¡Jaeleen! —dijo ella—Vaya susto que nos habéis dado. Entrad. ¿Cómo está tu brazo?

—Bien —dijo Harry, metiéndose en el retrete.

Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione. Aunque verdaderamente no superaba el fuego que yo generaba, pero aún así seguía sirviendo.

Jaeleen Reegan y la Cámara de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora