-Cap.v-

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Repasé apresuradamente con los ojos lo que había en la tienda y encontré a mi izquierda un gran armario negro, me metí en él y cerré las puertas, dejando una pequeña rendija para echar un vistazo. Unos segundos más tarde sonó un timbre y Malfoy entró en la tienda. El hombre que iba detrás de él no podía ser sino su padre.

Tenía la misma cara pálida y puntiaguda, y los mismos ojos de un frío color gris. El señor Malfoy cruzó la tienda, mirando vagamente los artículos expuestos, y pulsó un timbre que había en el mostrador antes devolverse a su hijo y decirle:

—No toques nada, Draco.

Malfoy, que estaba mirando el ojo de cristal, le dijo:

—Creía que me ibas a comprar un regalo.

—Te dije que te compraría una escoba de carreras —le dijo su padre, tamborileando con los dedos en el mostrador.

—¿Y para qué la quiero si no estoy en el equipo de la casa? —preguntó Malfoy, enfurruñado— Harry Potter tenía el año pasado una Nimbus 2.000. Y obtuvo un permiso especial de Dumbledore para poder jugaren el equipo de Gryffindor. Ni siquiera es muy bueno, sólo porque es famoso...Famoso por tener esa ridícula cicatriz en la frente...

Malfoy se inclinó para examinar un estante lleno de calaveras.

—A todos les parece que Potter es muy inteligente sólo porque tiene esa maravillosa cicatriz en la frente y una escoba mágica...

—Me lo has dicho ya una docena de veces por lo menos —repuso su padre dirigiéndole una mirada fulminante— y te quiero recordar que sería mucho más... prudente dar la impresión de que tú también lo admiras, porque en la clase todos lo ven como el héroe que hizo desaparecer al Señor Tenebroso...¡Ah, señor Borgin!

Tras el mostrador había aparecido un hombre encorvado,alisándose el grasiento cabello.

—¡Señor Malfoy, qué placer verle de nuevo!—respondió el señor Borgin con una voz tan pegajosa como su cabello— ¡Qué honor...! Y ha venido también el señor Malfoy hijo. Encantado. ¿En qué puedo servirles? Precisamente hoy puedo enseñarles, y a un precio muy razonable...

—Hoy no vengo a comprar, señor Borgin, sino a vender —dijo el padre de Malfoy.

—¿A vender? —La sonrisa desapareció gradualmente de la cara del señor Borgin.

—Usted habrá oído, por supuesto, que el ministro está preparando más redadas —empezó el padre de Malfoy, sacando un pergamino del bolsillo interior de la chaqueta y desenrollándolo para que el señor Borgin lo leyera—Tengo en casa algunos...artículos que podrían ponerme en un aprieto, si el Ministerio fuera a llamara...

El señor Borgin se caló unas gafas y examinó la lista.

—Pero me imagino que el Ministerio no se atreverá a molestarle, señor.

El padre de Malfoy frunció los labios.

—Aún no me han visitado. El apellido Malfoy todavía inspira un poco de respeto, pero el Ministerio cada vez se entromete más. Incluso corren rumores sobre una nueva Ley de defensa de los muggles... Sin duda ese rastrero Arthur Weasley, ese defensor a ultranza de los muggles, anda detrás de todo esto...

Sentí que me invadía la ira.

—Y, como ve, algunas de estas cosas podrían hacer que saliera a la luz...

—¿Puedo quedarme con esto?—interrumpió Draco, señalando la mano cortada que estaba sobre el cojín.

—¡Ah,la Mano de la Gloria! —dijo el señor Borgin, olvidando la lista del padre de Malfoy y encaminándose hacia donde estaba Draco— ¡Si se introduce una vela entre los dedos, alumbrará las cosas sólo para el que la sostiene! ¡El mejor aliado de los ladrones y saqueadores! Su hijo tiene un gusto exquisito, señor.

Jaeleen Reegan y la Cámara de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora