Capítulo 10 (Sebastian)

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Diablos. Jamás lograré saber qué pasa con Althea.

La pobre estaba tan nerviosa en el salón de teatro que pensé que iba a arrancarme el brazo. En cierto sentido que ella apretujara así mi brazo era señal de que confiaba más en mí, pero aún no admite ser mi amiga. Bu, ella es malota conmigo.

Al momento de cantar Althea estaba pálida. Parecía un que había visto un fantasma, cuando subió al escenario tuvo que ayudarse en Erika para subir. Intenté que me contestara que le pasaba, ella entendió mi mirada pero simplemente negó con la cabeza, dijo su canción y al cantar me sorprendió lo bonita que era  su voz. Es decir, cantó en voz muy baja, pero sonaba bien. No tenía una voz de ángel como decían, pero si era hermosa a su manera. Pero luego se complicó, ella comenzó a trabarse y luego salió corriendo. Intenté ir detrás de ella, pero Erika me detuvo diciéndome que era mejor dejarla a solas.

Obviamente la ignoré. Al diablo con lo de “estar a solas”, nadie quiere sentirse solo.

Fui a buscarla pensando que le habrá pasado. Althea tiene demasiados secretos, la mayoría de ellos sé que la lastiman y se los guarda para sí misma y por ello se hiere cada vez más. Corrí buscando hasta que por fin la hallé, estaba afuera de la escuela, grité su nombre y volteó a verme. Se miraba demacrada, antes de acercarme hacia ella un auto llegó y ella se montó, dejándome en la calle como un tonto. Iba a regresarme cuando algo en el suelo llamó mi atención: una cuchilla. Tenía sangre, e inmediatamente comencé a atar clavos. Althea y sus suéteres, sus pulseras…eso me cayó como un balde de agua helada. Me dejé caer en el suelo, honestamente no me lo podía creer.  No lo quería creer. Erika llegó y se sentó a mi lado, al mirar la cuchilla soltó un gran suspiro. Ella lo sabía. Me sentía fatal, esa chica era linda y no quiero que ella se haga  daño. Me he encariñado con alguien que apenas conozco, y también estoy enojado porque Erika es su amiga y lo sabe, yo no la dejaría, y no la dejaré en paz hasta quitarle ese vicio.

-Lo sabes. –le afirmé mirando a la cuchilla.

-Hago lo posible para que deje de hacerlo.-me respondió con tristeza- Ella combate dolor contra dolor.

Negué sin poder creérmelo.

-¿Sabes por qué lo hace?

Erika me quitó la cuchilla de los dedos. Sus ojos tenían una tristeza espesa en ellos. Entendí que hablar del tema le dolía. Quedamos sentados en la acera del instituto casi por media hora, no iba a obligar a Erika a hablar, tenía que ser paciente.

-Althea ha pasado por mucho. Una vez se quedó a dormir en mi casa, mis padres no estaban y estábamos solas. Todo fue bien durante el inicio, nos divertíamos y Thea sonreía mucho,  la pasamos  más que bien ese día. Pero luego cuando fuimos a dormir Althea tuvo terribles pesadillas esa noche. Gritaba que no quería que su papá se fuera. Me costó trabajo levantarla y cuando lo hice, lloró un largo rato. Lo que más miedo me dio fue que cuando le pregunté que había soñado dijo que no lo recordaba.

 Erika fue a clases y yo me quedé ahí sentado. Pensando en lo que ella me había contado.

Ya habiéndome asoleado demasiado decidí caminar a casa. Nunca es fácil descubrir que alguien quería acabar así con su vida. Es decir, muchas cosas malas podrían pasarnos pero somos jóvenes y no importa que tanto lleguemos a sentirnos tristes, siempre podremos superarlos. Pensé en qué tipo de problema podría tener una adolescente para cortarse, estaba claro que tenía que ser sobre su padre, y sin dudas era un tema demasiado delicado para ella. Tropecé con una skate, cayendo sobre mi rostro. Menuda suerte la mía. Unos niños llegaron y me ayudaron a levantarme, disculpándose a cada segundo por dejar sus cosas tiradas, no estaba enojado, así que les palme la cabeza como gesto de cariño diciéndoles que no había problema. Eran niños adorables.

-De verdad lo siento. Estábamos practicando para enseñarle a nuestra hermana. –dijo uno de los niños.

-No hay problema chico. –Les sonreí, eran simplemente adorables- ¿Cómo se llaman?

-Yo soy Braulio, y él es mi hermano Jared.

-Así que hacían algo para impresionar a su hermana… ¿acaso no pasan mucho tiempo con ella?

Ambos niños bajaron la mirada y negaron con tristeza, me sentí mal al verlos así, era temprano así que me quedé con ellos un rato. Me ofrecí a ayudarlos con sus prácticas de Skate, antes solía pasar mucho tiempo montado en una de esas y me raspaba las rodillas a cada rato por terco y no usar protección. Los niños eran increíbles, si hubiera tenido hermanos menores hubiera deseado que fueran como ellos, me pregunto por qué su hermana no pasara mucho tiempo con ellos. Alrededor de las 2 los chicos y yo estábamos cansados de tanto skateboarding y nos tiramos en el césped a descansar.

-Son buenos chicos. Su hermana se impresionará. – comenté feliz.

-¡Ven a conocerla! – saltó de pronto Jared asustándome – Por favor, Sebas.

Ambos comenzaron a hacer pucheros y no pude negarles algo tan sencillo como conocer a su hermana. Aunque en ningún momento me dijeron cómo se llamaba su hermana. Bueno, supongo que pronto lo sabré. Los niños me guiaron hasta una bonita y espaciosa casa, en donde una señora entrada en edad nos atendió con mucho cariño, los chicos me presentaron como su “amiguito” nuevo, la señora, cuyo nombre me dijo que era Deborah, solamente reía diciendo que parecía más amigo de su niña que de ellos. La señora Deborah nos dijo que el padre de los chicos venía con su niña, que si esperábamos unos minutos. Me entretuve bastante con los chicos, en especial con Jared, era muy gracioso y travieso, le encantaba estar en todos lados y se sabía un montón de bromas. Braulio por su parte era más tranquilo, le gustaba hacer cosas nuevas y por ello aprendía skate, lo que más me gustaba era la manera en que se pusieron a describir a su hermana, decían que casi nunca hablaban con ella, pero que las veces que lo hacían ella les dibujaba cosas y pintaban juntos. Jared me dijo que una vez que sus padres habían salido y se quedaron solos había una tormenta eléctrica ella les había cantado y abrazado toda la noche hasta que la tormenta termino. La manera en que contaban esas experiencias con tanto amor me mantuvo sonriendo todo el rato.

De pronto la puerta se abrió y un señor entró gritando a la casa, supuse que era el padre de los chicos.

-¡Braulio! ¡Jared! – Gritaba riendo a lo que los niños reían también- ¡Su hermana quiere un abrazo!

Los niños corrieron hacía la puerta, y por l golpe que escuché supuse que habían derribado a su hermana. Oía risas y me levanté a ver lo que pasaba.

En el suelo estaba nada más ni nada menos que Althea. Los niños la estrujaban con fuerza mientras ella reía llamándolos “enanos”, la escena era encantadora, estaba a punto de sacar el teléfono y tomarle una foto. Y siendo honestos lo hice, digo, solo seguí el ejemplo del padre de ellos.

Braulio y Jared se levantaron  y luego ayudaron a Althea a levantarse. Cuando por fin estuvo de pie me miró parecía sorprendida, pero extramente me sonrió apenada.

Estaba conociendo a una Althea distinta. Y me gustaba.

Me gustaba ESA Althea.

La Althea real.

Y llegaste Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora