Capítulo Diez.

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— Aléjate que te pinsho —Gringo estaba caminando hacia atrás con una postura de pelea y en su mano se veía una navaja— Que te pinsho, Nadando.

Yo sabía que Nadando se iba a enojar al ver mi tatuaje, pero más se iba a enojar con Gringo por llevarme a hacérmelo.

Actualmente el pelinegro se encontraba avanzando al rubio teñido, mientras que el anterior retrocedía.

— Es que lo de gilipollas te viene como anillo al dedo, Rastitas —Dijo Nadando— Venga, que no te hare nada, total, el tatuaje no se le puede quitar.

Nadando soltó un suspiro mientras caminaba hacia mí, yo hice aparecer una pequeña sonrisa en mis labios, intentando calmar el ambiente.

— Nadando, bonito, no te enojes, realmente quería hacérmelo —forme un puchero con mis labios y le abrace, dejando mi cabeza apoyada en su pecho.

— Que suerte tienen algunos —oí a Gringo hablar, mientras se iba ofendido a la piscina.

— ¿Y a ese qué coño lo pasa? —Fruncí mi ceño al ver al de rastas irse— Y luego soy yo la complicada —esto último lo susurre.

— Ambos son idiotas y complicados, no se dan cuenta que se gustan y siguen con su jueguito de molestarse pero no se dicen lo que sienten —me dijo Nadando separándose del abrazo.

— A mí no me gusta —fruncí más mi ceño.

— Te encanto, preciosa, admítelo —Grito Gringo desde el balcón de su habitación.

— Te encantare yo a vos, cabrón —le respondí gritando a él.

— Sí y en tus más húmedos sueños también —Volvió a gritar y me guiñó un ojo.

— Capullo, cuando te agarre te matare —Empecé a caminar en dirección a la puerta de la mansión.

— Ya van a pelear nuevamente —escuche a Nadando.

Entre por la puerta corrediza de vidrio que dividía el jardín con la cocina. Pase toda la cocina y la sala, yendo directamente a las escaleras.

— Gringo, voy a por ti, con la cara destapada —Hice sonar mi voz mientras abría la puerta de su habitación. Al entrar no lo vi, pero sentí su voz.

— John no se encuentra —se escuchó dentro de su armario, me dirigí a él, abriendo la puerta y encontrando al que buscaba tras ella.

Tuve que subir mi mirada, ya que él era mucho más alto que yo.

Él sonrió, y me tomo de la cintura tirándome al suelo junto a él.

— ¿Qué coño haces? —intentaba alejarme de él pero la fuera de su agarre se hacía más fuerte.

— No, no —Su mano libre fue a mi mentón, haciéndome mirarlo a los ojos— ¿no te gusto? —al preguntarme aquello levanto una de sus cejas, haciendo que su tatuaje se eleve un poquito.

— No —dije firme, si algo había aprendido de mi hermano, era nunca dudar de lo que decíamos o afirmábamos.

Él soltó una risita, y acerco su cara a la mía.

— ¿qué coño haces? —volví a repetir intentando alejarme, pero no me dejo, y poso sus labios contra los míos.

Mi corazón latía con fuerza pero reaccione siguiéndole el beso, luego de un instante él se separó y me volvió a mirar.

— Uy si, que no te gustaba —imito mi voz mientras se reía.

— Cállate, cabrón y bésame —Con una sonrisa nos volvimos a acercar, para empezar otro beso, esta vez siendo este más largo.

John Walker ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora