Capítulo Ocho.

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Me oculte tras Chino, mientras soltaba una risa.

— Ven que te pinsho —Decía Gringo, mientras me buscaba por la casa.

— No me jodas, ¿a quién vas a pinchar tú? —Preguntó el asiático, llamando la atención del de rastas, yo le pellizque en la espalda para que me ocultara de él- Lastitas, si están jugando, se supone que no se debe de escondel ¿no?

— Lamida de vaca, cierra la puta boca, es que yo te voy a pinchar a ti —le dije saliendo de mi escondite mientras caminaba hacia el pelirrojo, el susodicho daba pasos alejándose de mí. No pude llegar a mi objetivo, ya que el rubio me levanto en su hombro mientras me llevaba al jardín— bájame, bájame, te la chupo si me bajas ¿qué opinas?

— Opino que, mejor me la chupas luego, ahora es hora que pruebes el agua —soltó una risa mientras me lanzaba a la piscina— pato al aguuaaa.

— ¡¡Te odio!! —Dije mientras sacaba mi cabeza del agua, secándome mis ojos— es que cuando te agarre te meteré mi AK-47 por el culo.

Lo que me dio de respuesta fue su risa, estaba descostillándose de la risa, aproveche su descuido para salir y lanzarlo en donde anteriormente me encontraba yo. Antes de caer, agarro mi cintura y me arrastro con él, hundiéndome una vez más en el agua.

Luego de unos 10 minutos los cuales nos encontrábamos jugando, tirándonos agua a la cara, hundiéndonos, etc. Escuchamos a alguien hablar;

— Cuando se decidan dejar de hacer gilipolleces, nos avisan para empezar con la puta reunión de una vez —me asuste al escuchar la voz modificada nuevamente, la última vez que había visto al Calavera fue hace 3 meses, cuando me ayudaron a huir del CNP.

Luego de decir aquello, se fue, el Rubio se levantó y me ayudo a hacerlo a mí.

— Sigo diciendo que no le caigo bien —dije susurrando, Gringo llevo su mano a mi pelo y me lo acaricio— no intentes negarlo, sé que cree que soy una perrita de Conway.

— Pues, sí, él piensa eso, pero nosotros sabemos que no es verdad, así que tu tranquila. Cualquier cosa le pinsho —respondió él, intentando haciéndome reír con lo último. Luego de aquello, nadie dijo nada hasta llegar a la pieza donde sería la reunión.

En estos tres meses, me había encariñado bastante con ellos, eran personas sumamente divertidas y cariñosas, yo era como la princesa para ellos. Pero no cualquier princesa, una que golpea, insulta y mata sin pensarlo dos veces.

Me llevaba realmente bien con todos, Nadando era como la figura paterna de la casa, le había tomado mucho cariño, no tanto como a Jack, pero sí como para incluirlo a mi familia. Chino era como un niño el cual siempre quiere hacer travesuras, con él nos llevábamos demasiado bien ya que planeábamos bromas a los otros integrantes de la mafia o demás cosas, una cosa que había descubierto es que amaba que le hagan mimos, siempre le acariciaba el cabello o lo abrazaba, el adoraba eso. Gringo era otro cantar, era como otro niño solamente que este era mucho más aniñado, daba ternura oírlo o verlo, les aseguro que podría estar días solo con él y nunca me aburriría, nosotros somos los más unidos de la mafia, hasta Nadando y Chino llegaron a pensar que estábamos liándonos, cosa que no era cierta.

Faltaban más personas en la mafia, como el Calavera (aunque no sea parte de esta), Manolo, Emilio y Macaco.

Pero con ellos no tenía relación más allá de los atracos que hacíamos ya que ninguno confiaba en mí. Emilio era un tema aparte, ya que yo anteriormente había trabajado con él cuando era amigo de mi hermano, a lo que él varias veces intento hacerme quedar mal ante la Mafia para que me expulsaran de esta.

Pero mis tres chicos no lo permitieron, siempre me defendían ante todos. Una vez Emilio me dijo algo de "zorra de Conway" y lo próximo que vio fue a Gringo encima de él pegándole, Chino apuntándolo con una pistola y Nadando pensando en echarlo.

John Walker ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora