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Cierro la puerta detrás mío y dejando caer la cartera en uno de los sillones dirijo mi vista hacia la cocina, allí se encontraba Sherlock, sentado en una de las sillas con demasiados frascos de vidrios a su alrededor llenos de sustancias de distintos colores. Se encontraba demasiado concentrado en su microscopio.

— No es un poco tarde para trabajar? — pregunte entrando a la habitación, Sherlock me miro y luego volvió su vista al microscopio.

— Tenía que entretenerme con algo. 

Asenti adentrandome a la cocina.

— Que estudias?

Tomando un frasco lleno de un pesado líquido rojo, respondió:

— Sangre —explicó mostrandome aquel frasco—  intento obtener diferentes resultados con diferentes sustancias.

Trate de demostrar interés a pesar de mi disgusto, el pensamiento de sangre más la cantidad de alcohol consumida me generó unas ligeras náuseas. De todas formas, logré acostumbrarme a estas cosas.

— Hay aspirinas en la alacena — indicó Sherlock, haciendo referencia a mi ebriedad — En caso que no desees despertar con dolor de cabeza.

— Cómo te diste cuenta? — pregunté, pero rápidamente alcé mi mano para detener su respuesta. Jamás iba a poder entender cómo funciona su mente, hoy menos. Tomé aire y me dirigí hacia las aspirinas, Sherlock volvió su vista hacia la mesa.

Repose mi cuerpo contra un mueble, este se encontraba frente a la mesa donde estaba sentado él. Un tranquilo silencio se generó mientras bebía mi vaso de agua y Sherlock se concentraba en sus experimentos. 

— Cómo te fue hoy? — pregunté.

— Complicado — respondió aun mirando por el microscopio.

Hice una pausa asintiendo y tomé un sorbo de mi bebida, lista para quitarme mis dudas.

— Quién es Moriarty? — añadí con curiosidad.

Sherlock se alejó de sus cosas y respiro profundo, como si intentara calmarse ante tal pensamiento.

— El Napoleón del crimen — agregó. Intente interpretar sus palabras.

— Entonces.. enemigo — aclaré.

— Aunque nada de lo que debas preocuparte.

Al notar que Sherlock no se sentía cómodo debatiendo el tema conmigo, lo cambie.

— La mujer de hoy.. Irene — solté.

Sherlock me dio su atención.

— No fue nada — interrumpió, casi intentando calmar mis pensamientos. Asentí.

Otra vez silencio.

— Por qué te interesa? — volvió a cuestionar.

— No haremos esto de nuevo — sonreí.

Ambos nos miramos por unos segundos, pensando qué decir.

— Hannah — se pausó — Irene Adler no fue más que una gran contrincante. 

Sintiéndome un poco tonta lleve la mirada al piso. Aunque sabía que eso no fue todo, no quise presionar.

— Claro, lo siento — respondí con una pequeña sonrisa.

Llevando el vaso al lavabo, noté que Sherlock abandonó sus experimentos y maldiciendo un poco para sus adentros se levantó. Caminó unos pocos pasos hacia mi y ahora con su mirada en la mía añadió:

Baker Street (Sherlock Holmes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora