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A diferencia de ayer, hoy había salido el sol. Este entraba por la ventana de la habitación suavemente otorgándole una cálida luminosidad.

Por un momento casi olvido donde me encontraba, pues no era mi cuarto, o mi cama, Había dormido en la habitación de Sherlock, con él.

Su pecho estaba pegado a mi espalda y su brazo reposaba sobre mi cintura sujetándome. Lentamente comencé a girar para quedar frente a él. Sherlock se removió quedando boca abajo, pareció no notar mi movimiento.

Su cabello despeinado me traía recuerdos de la anoche anterior. Lleve mi mano hacia este y lo acomode un poco, luego me dediqué a observarlo mientras lucía sumergido en un pacífico sueño. Sus pestañas eran tan delicadas como su piel, protegiendo debajo de ellas aquellos hechizantes ojos.

- Me veo bien? - formuló somnoliento.

Me sobresalte un poco y Sherlock abrió lentamente sus ojos formando una sonrisa, aún con parte de su rostro hundido en la almohada.

Rápidamente me abro lugar y me pegó a él, hundiendo mis mejillas ruborizadas en su pecho. Siento su risa rebotar en este, tan grave como aquellas notas que toca en su violín. Dejo un pequeño beso en este y me vuelvo a verlo, llevando ahora mi mano hacia su mejilla mientras trazaba pequeñas caricias con mi pulgar.

Bese sus labios lentamente, Sherlock respondió tomándome por la cintura. Apreté mi cuerpo contra el suyo suavemente gimiendo en su oído.

- Es sábado, no trabajas verdad? - pregunté y Sherlock se detuvo, inhalando profundamente.

- Siempre surge algo - exhaló.

- A veces detesto que tu trabajo sea único en el mundo - bromeo y Sherlock sonríe.

Su mirada era tan suave comparada con las que me ha ofrecido desde que lo conocí, hoy sus ojos se tornaron tranquilos. Ya no existía frío, oscuridad o indiferencia en estos, ahora abarcaba la calma.

La luz de la mañana que se colaba en la habitación le daba a estos una claridad hipnotizante, jamás los había visto así. O quizás es porque jamás tuve la oportunidad de permanecer en silencio con él tan solo acariciandonos con la mirada. Incluso lucía más joven, más guapo.

- Haré el desayuno - anuncié aun pegada a él, quien parecía no quererme soltar.

Sherlock estiró sus comisuras y me besó en la frente antes de dejarme ir. Me deslicé entre sus brazos y me senté en el costado de la cama en busca de mi ropa pero lo único que encontré cerca era su camisa. Mi mente estalló en el recuerdo de cuando se la quitó y fogosamente tiró al suelo, sonreí un poco mientras me sonrojaba. Me estiré para agarrarla sin levantarme y me la coloqué, quedandome holgada. Su aroma me penetro instantáneamente.

Luego me paré, echando un último vistazo al hombre que tenía en la cama y fui hacia la cocina. Puse el agua a hervir mientras preparaba lo demás.

Me preguntaba cómo se sentiría Sherlock luego de lo de anoche. Es decir, hasta donde sé no se acuesta con nadie, aunque quizás era muy ingenua al pensar eso.

Un rato después Sherlock apareció en la cocina luciendo su bata azul marino y combinándola perfecto con su cabello, aún desordenado. Quizás este sea mi nuevo look favorito.

Sonreí un poco al verlo y volví mi vista a la sartén, él desapareció por la puerta y volvió a los segundos con el periódico en la mano, el cual posicionó en la mesa dirigiéndose a los cubiertos. Una vez todo servido ambos nos sentamos a desayunar.

Sherlock abrió el periódico y comenzó a ojearlo mientras bebía su té. Lucía tan atractivo que casi no me di cuenta el malestar que abarcó su rostro.

Baker Street (Sherlock Holmes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora