Phobia › Minlix

II

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Toda la semana fue atareada para Minho, pues había tenido bastante trabajo que hacer.

Aún recuerda el pequeño encuentro que tuvo con su vecino. Por alguna razón no paraba de pensar en el; lo veía como alguien bastante atractivo pero a la vez creía que era muy extraño. Todas las mañanas se cruzaban pero el menor apenas si respondía su saludo, siempre salía corriendo. Sentía que lo evitaba y eso lo hacía sentir mal pues solo quería conocerlo pero parecía que no avanzaba nada.

Al llegar a casa se dio su tan acostumbrada ducha, no le importaba que Changbin lo llamase obsesionado con la limpieza corporal, a el lo relajaba y lo hacía sentir mejor tomar una ducha.

Se sentó en una silla de su comedor que estaba cerca de la ventana y observó el anochecer. Las estrellas comenzaban a salir y logró ver varias estrellas fugaces. Esos pequeños puntos de luz le recordaron a las inusuales pecas de su vecino; involuntariamente volteó ver lo poco que se alcanzaba a ver de la casa del rubio divisando algunas luces prendidas.

Quería saber su secreto. El simple sentimiento de saber que algún día podrían hablar con normalidad y que el rubio le tuviese confianza lo hacía sentir con una extraña esperanza a pesar de verlo lejano; sin embargo también estaba ese sentimiento de ansiedad (y quizá un poco de temor) de jamas lograr acercarse a él. Realmente no comprendía porque aquel chico que lo ignoraba le causaba tanta curiosidad.

La sensación de cansancio comenzó a llegar luego de un rato. Miro la hora y era casi media noche. ¿Cómo es que el tiempo pasó tan rápido?

Subió a su habitación y cayó dormido casi al instante de haber tocado la almohada que ni siquiera se puso su pijama.

[🥀]

A la mañana siguiente se despertó sin la preocupación de si llegaría tarde a trabajar o no, pues por fin era sábado.

Se preparó unos panqueques y un café para desayunar, después de terminar limpio todo y puso un canal cualquiera con películas infantiles.

A veces sentía que su vida era bastante rutinaria y aburrida. De niño fantaseaba en conocer a la persona ideal y poder formar una familia tal y como sus padres lo habían hecho, hasta que se dio cuenta de que era gay y que lo último no era posible biológicamente; aún así no perdía la esperanza pues existía la adopción. Y aunque todavía no conocía a esa persona la esperaba con ansías y cuando llegara la protegería y amaría demasiado. Changbin nuevamente se burlaba de él diciéndole que era un idiota romántico, pero no le importaba.

Su cesión de películas infantiles se vio interrumpida por el timbre de su casa sonando.

Se levantó con pereza y abrió la puerta encontrándose con un chico con cara de cachorro y otro con apariencia de zorrito bebé.

— B-buenas tardes. — saludo el último mencionado.

— Hola. — respondió Lee. — ¿Qué necesitan?

— El balón de nuestro amigo cayó más allá de su serca. — respondió el otro señalando a el chico alto y delgado que apareció el otro día. — ¿Podría regresarlo?

— Claro, ya vuelvo. — salió a su patio trasero encontrando el dichoso balón.

Luego regreso con los otros dos y se encontró con el chico cara de ardilla, su acompañante y con su vecino.