Capítulo 16: "¿Y ahora en qué estoy metida?."

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—Anna

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—Anna...- Evan.

  ¡Maldición! Tengo que irme. ¡Ahora!.

  Me separo del abrazo con rapidez mientras volteo.

  Veo que abre la boca para decir algo, pero no dice nada. Mucho mejor, no tengo ganas de escucharlo, no quiero y no tengo por qué.

  Miro detrás de él y veo un par de jarrones. Perfecto. Elevo mi mano derecha en su dirección y éstos se estrellan con mucha fuerza contra su espalda y nuca.

  Tengo unos segundos, si bien no le dejarán ni un rasguño, lo dejarán un poco fuera de sí durante ese periodo.

  De inmediato salgo corriendo de la habitación a toda velocidad de la habitación. Paso por su lado, siento una pequeña descarga al rozar mi brazo contra el suyo, pero aún sigo con mi objetivo; salir de aquí.

  Ya fuera de la habitación miro a ambos lados. Sigo por la izquierda, sólo quiero salir del edificio, quiero perderlo.

~Sube a la terraza y Luna te transportará a la isla.~

~Está bien.~

  Como si fuera obra del cielo. Veo a unos pocos metros el ascensor y las escaleras a la derecha.

  Corro hasta las escaleras. Abro la puerta y la cierro. Cuando estoy a punto de bajar veo que los escalones están casi destruídos, literalmente no se podría bajar ni aunque fuera caminando.

  ¡Mierda! ¡Justo tuvo que pasarme a mí! ¿Por qué no ponen un maldito cartel que diga "fuera de servicio" ?

  Salgo del lugar resoplando enojada y me dirijo sin perder tiempo hasta el ascensor. Apretó el botón y afortunadamente se abren sus puertas enseguida. Entro, aprieto el botón del último piso y me paro en un rincón.

  Cuando la puerta está a punto de cerrarse por completo, unas manos la detienen. Mi cuerpo se paraliza, el corazón comienza a latir con fuerza.

  De todas las veces que desee que la tierra me trague, ésta, es cuando más lo necesito. ¡Maldición!

  En menos de lo que las puertas tardan en cerrarse, ya tengo a Evan casi en frente de mí.

  Sólo un metro de distancia nos separa. Un metro que desearía justo ahora que fueran vários de miles de kilómetros.

  Sus ojos oscuros me miran fijamente, no dice nada y mucho menos yo. No quiero verlo, no quiero dirigirle ni una palabra. El daño que me hizo sigue intacta en una cicatriz abierta. Me duele ver esa mirada de la persona que me hirió sin piedad alguna.

BÉl se hacerca a paso lento, intento retroceder; pero ya no me queda espacio. Desvío la mirada y cierro los ojos. Siento como su mano acaricia mi mejilla derecha, su tacto es tibio, lo hace con delicadeza.

—Te necesito Anna, te juro que estoy arrepentido por todo que sucedió ese tiempo. No sabes lo dolido que me siento al saber que fuí yo el responsable, eh cambiado. Tardé mucho tiempo en hacerlo, pero lo hice por tí.— acto seguido... Me besa.

  Sus labios se mueven de manera lenta, pero al mismo tiempo con necesidad. Por un segundo tengo el impulso de corresponder; pero los hechos de ese día se reproducen en mi cabeza como si de un video se tratara.

  No quiero seguir con ésto. Una lágrima baja por mi mejilla. Soy una estúpida al dejar que ésto suceda. Lo empujo de inmediato con mucha fuerza.

BEstúpida, estúpida, ¡estúpida!.

  Intenta acercarse, pero lanzo un golpe contra su rostro. No retrocede, pero sé que le dolió. Lanzo otro golpe directo, luego sigo con una patada en la pantorrilla derecha.

  El sonido del ascensor se hace presente y las puertas se abren. Salgo corriendo como en un inicio lo hice.

  Corro por los pasillos hasta dar a unos metros con una puerta roja, con un cartel que dice "Azotea". No dudo en abrirla y seguir con la misma velocidad. Escucho los pasos de Evan seguirme.

  Al llegar empujo la puerta, el viento golpea mi rostro, paro por un segundo. Damiana dijo que una vez aquí, la diosa Luna me traería de vuelta a la isla.

  Desesperación es lo que siento ahora. No pasa nada y Evan está a punto de salir por esa puerta. Paso las manos por mi cabello, ¿Qué voy a hacer ahora?.

  De la nada, siento dolor, doy un grito al sentir el fuerte golpe en mi cabeza. Intento voltear, pero siento que alguien me toma de los brazos.

  Sé que no es Evan, pues su cuerpo tirado en el suelo fué lo que ví antes de caer en un sueño.

[...]

  Mis ojos se sienten pesados, me duele la cabeza. Diablos. Mi mente da vueltas y vueltas, siento que me atropelló un auto. El suelo está frío,

—Levantate cariño.— ríe.— No querrás que esa linda carita terminé arruinada.— dice una voz femenina.

  No respondo. Me siento débil.

—Bueno, si así lo quieres cielo.— vuelve a reír. Acto seguido, me patea en el abdomen.

  Pego un pequeño grito. ¡Maldita perra!.

—¿Sabes? Creí que serías más impresionante. Al sólo verte tendrías que demostrar fuerza, poder, determinación. Pero veo que las leyendas no son del todo ciertas. Lo único que veo es a una chica débil y a punto de romperse en mil pedazos. En vez de dar miedo sólo das pena cariño. Que decepción se llevará el jefe al conocerte. No pareces ser la Loba Blanca que mató a Arturo, claro que no.— dice para después volver a patear me en el mismo lugar.

  Perra.

—¿Q-quién eres maldita?.— logro articular a penas.

  Quisiera matarla justo ahora, pero mi cuerpo se siente adolorido.

—Mi nombre no importa, importa lo que puedes llegar a darnos a nosotros. Por ahora sólo soy una simple demonio de bajo servicio, pero si te llevo con Antonio, pasaré a ser más importante. Ya me veo en el escuadrón de élite, ya no seré un simple estorbo. Todos verán de lo que soy capaz.

—¿A-a qué te refieres?.

—Además de débil, eres estúpida. Mejor cierra la boca antes de que te obligue, y no querrás eso cariño, créeme. Por ahora, sólo puedo decirte que estás: en las garras de los demonios.— suelta una carcajada.

  Mierda y más mierda. ¿Y ahora en qué estoy metida?

Acepto tu Rechazo©[Completa ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora