Nada es como pensamos

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Sentía un brazo pesado en mi cintura, abrí los ojos lentamente y veo a Sergio dormido a mi lado tranquilamente, así que con cuidado quitó su brazo de mi cintura y me muevo de la cama despacio sin hacer ningún ruido, voy al armario por mi ropa y lo llevo al baño para ducharme, me quito la ropa y me meto la ducha, abro el grifo y mojo mi cuerpo y mi pelo, luego me aplico un poco de shampoo a la cabeza y hago movimientos circulares para después enjabonar mi cuerpo con el jabón de frutilla. Abro nuevamente el grifo y me meto en ella, sentir el agua caer sobre mi piel es una sensación relajante, cierro el grifo y agarro la toalla para ponerme mi ropa, luego envuelvo mi pelo con una toalla para salir.

Cuando salgo del baño veo a Sergio despierto viendo una serie y voltea a verme.

— Buenos días.

Seco mi cabello — Buenos días, levantes con buen ánimo.

— Ja... que gracioso, si sentí que moriría aplastado por ti.

— Vamos a desayunar — dijo mientras dejo la toalla en el pie de mi cama

— ¿Qué deseas comer?

— No sé, unos panqueques con Nutella

— Sus deseos son órdenes — salimos de la habitación.

Aun siento esta incomodidad o nervios, no lo identificaba en estos momentos, pero tener a Sergio era algo que en parte me alegraba y otra parte me tenía diciendo que está mal. Vamos a la cocinar y como si pudiera adivinar la conversación de hace unos segundos dicen:

— Prepare unos panqueques para comer — habla Ingrid

— Ohhh, y como entraste — pregunto sorprendida

— Tú me diste la llave de aquí, recuerdas — asiento — Hola Sergio

— Hola Ingrid.

— Por cierto, fue muy adorable verlos dormir juntos — juro que si tuviera algo en la boca ya lo había escupido, pero en lugar de eso desvió la mirada.

— Nos vistes dormir juntos — pregunto y siento que ya no se cual es peor.

— Te estaba llamando para preguntarte algo y vi una luz salir de tu cuarto cuando entré a tu casa, cuando me acerqué los vi dormir juntos, la puerta estaba media abierta, es más, creo que les tomé una foto. Y pues me quedé aquí porque no había nada que hacer en mi casa.

— Ajá — voy por un plato para servir y ayudar con el desayuno.

| E M E |

— Ahora que ya salimos de la universidad, que haremos.

— Supongo que tendremos que entregar nuestros currículos a todas partes — dice Ingrid dando un sorbo a su malteada

— Lo lógico es buscar un empleo — habla Sergio

— Agh... que flojera, unos días de descanso y luego haré eso — digo bebiendo mi malteada, pasamos por una tienda donde vende donas y a Ingrid le brillan los ojos.

— Compremos donas, ¿sí? — dice en modo de súplica

— Yo no, paso.

— yo igual — dice Sergio

— Bien, entonces comprare para mí. — dice y entra a la tienda del costado y nosotros la esperamos afuera

— ¿Quieres hablar de lo que pasó ayer? — dice, la verdad había olvidado eso por completo y me siento nerviosa al respecto.

— Uh...pues no sé si debamos, ósea si creo... — muerdo mi labio inferior — ¿Tú quieres hablar de eso? — probablemente me mate por decir eso, pero estoy nerviosa.

— Ehh...claro, lamento si te incomodé por quedarme a dormir contigo, la verdad es que estaba tan cansado que no me di cuenta — dice y mira al suelo por un momento.

Lo miro — No te preocupes, no lo decía en serio. — suelto el aire — Yo... lo del beso no debió suceder — no quería mirarlo en estos momentos y mire a la tienda donde entró Ingrid. Estaba muerta de nervios como para mirarlo en estos momentos, ¿Por qué lo bese? Siempre tengo que complicarme cuando se trata de chicos.

Solo de una cosa si sé, de lo que había pasado no quería salir herida, no quería una segunda vez y eso me lo deje en claro.

Al final del día le dije, todo lo que sentía me daba vueltas, iba con la decisión segura de que no más llanto. Lo entendió y por eso me dio esa mirada que hacía que volviera a dudar de lo que dije, mas no había marcha atrás.

Encierro (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora