Capítulo 6

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Donghyuck había despertado de mal humor.

Hacía un frío de mierda que no le incitaba para nada a salir de su majestuosa y calentita cama.

—Donghyuck, levántate, deberías ya haber bajado hace diez minutos — pasaron unos segundos de silencio hasta que la potente voz de su madre volvió a sonar — uno, dos...

Sus cejas se fruncieron, pero de todas maneras salió corriendo hacia el comedor para sentarse y no ser regañado por la jefa de su hogar.

Si su madre llegaba a decir tres, solo indicaría una restricción de "no más juegos y papitas hasta que dejes de ser un vago, Lee Donghyuck".

—Al final se dignó a levantar el oso de este hogar — la castaña se acercó y le dio un beso en su frente para luego dejarle un plato con cereal y una taza de té — Pequeño, hoy tengo turno hasta más tarde, si quieres puedes traer a algún amigo o salir con uno.

—Ah... ¿pue-.

—No, no puedes quedarte en casa, no vas a volver a casa hasta las cuatro —  el puchero realizado por el menor no movió demasiado el corazón de su madre, pero si lo suficiente para intentar animarlo — ¡Vamos campeón!, deberías aprovechar que es sábado y salir a disfrutar el día.

—Pero es sábado, por esa misma razón debería disfrutarlo en casa — puchereó y agitó sus piernas en queja — Además, no es ser vago, es guardar energía.

La mujer solo lo miró suspirando. Realmente quería que Donghyuck saliera solo un poquitito más y que hiciera amigos.

Su última esperanza era Johnny, pues el castaño sacaba a pasear a Donghyuck a todos lados como si fuera un perro, pero éste había ido y su hijo parecía vivir únicamente en la cueva de su habitación.

No estaba disconforme con él, porque Hyuck era una excelente chico, nunca metido en problemas y muy esforzado en sus estudios.

Pero a ella realmente le importaba que Hyuck fuera feliz, no que sacara notas elevadas y que nunca en su vida haya tenido un solo llamado de atención. Ella también fue adolescente y sabía perfectamente lo molesto que eran las restricciones en exceso.

Quería crear una confianza en donde su hijo le pudiera decir sus problemas y ella poder aconsejarlo, pero el menor se rehusaba a tener una amplia vida social. Intentaría ayudarlo, pero si el pelirrojo ya le dejaba en claro que no, entonces respetaría su decisión.

—Te dejé dinero en la cocina, tómalo y sal a disfrutar un rato — finalmente la mujer sonrió y ambos se abrazaron cariñosos.

Al menos podría disfrutar el día solo.

—Mhhh...te voy a extrañar, si me muero envenenado o atropellado, pon la canción del comercial de pasta de dientes, es mi último deseo — dijo el moreno, poniendo su mano en su pecho y fingiendo tristeza, que rápidamente fue reemplazada por un puchero al recibir un suave golpe en la cabeza.

—No digas tonterías, te quiero vivo o me comeré la bolsa de galletas yo sola que compré para compartir en la noche de películas.

Los ojitos de Donghyuck brillaron y se lanzó a abrazar y colgarse de su mamá como un koala.

Sí, el pelirrojo parecía alguien bastante alejado al contacto físico con más personas, pero en realidad era un chico excesivamente cariñoso que amaba dar abrazos. En específico a su madre, Johnny y a los animales.

—Ya pequeño, me tengo que ir, así que disfruta tu día que tienes que gastar todo el maldito dinero que te dejé, tú aprovéchalo.

Y con un guiño y ambos pulgares arriba, su madre salió de la casa dejándolo solo y pensativo.

Casillero | Markhyuck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora