Capítulo 8: Promesas, decepciones.

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(-Seguimos en el pasado-)

- Me gustas...

La confesión del árcangel de mirada carmín lleno de incomodidad todo el estomago de Gabriel, al que también le brillaban lo ojos mirando expectante como Lucifer, sonreía de manera tierna y feliz.

Como cuando dos niños sienten que se están portando mal, pero no les importa, porque les gusta a ambos, y si son felices, lo demás venia sobrando.

Aunque no era sencillo para los pequeños árcangeles mas cercanos a Dios. Lucifer tenia el título de "hijo favorito" y Gabriel el de "Portador de buenas noticias" ambos teniendo mas cercanía con la divinidad que los demás.

Así comenzó a crecer la culpa en Gabriel, cuando Dios definitivamente desaprobó el amorío que dos querubines de diferente sexo, querubines despojados de sus alas y de sus privilegios, encerrados en una celda, Adán y Eva, según Dios, tenían un papel importante en la creación, pero debieron ser castigados antes. Gabriel estuvo en todo momento, mirando horrorizado, como cuando un padre te obliga a ver como tortura un animal en la caza y tu solo querías llevártelo para cuidarlo.

La culpa en el pequeño ángel de mirada asustada violeta crecía viendo como los querubines perdían sus habilidades de forma dolorosa, él no quería eso, tampoco lo quería para Lucifer, ¿Qué tan malo resultaba amarlo?

Todo empeoro cuando, invadiendo la privacidad de su árcangel, noto que charlaba de manera demasiado confiada con Miguel, el árcangel con los rasgos mas similares a Lucifer, no escuchaba que era lo que hablaban, mucho menos le interesaba, pero cuando el moreno de ojos carmín lo abrazo sintió un escalofrió recorrerlo, y no sabía que era, definitivamente no quería volver a sentirlo y mucho menos los quería juntos.

Pero eso siguió pasando, ambos conversando tan amena y confiadamente enfermaban al menor.

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Del otro lado de la moneda, esto ya superaba al árcangel del deseo.

- Nunca he entendido mi trabajo porque hasta lo que llevas del plan, todos somos indispensables, importantes y con un papel – empezó Lucifer viendo a su padre expectante – pero yo no puedo hacer esto, padre, no me obligues a hacerlo.

Lagrimas, lagrimas calientes y de completa culpa caían por las mejillas de Lucifer, algo que no entendía, y que no sabia tampoco porque era tan doloroso, trato de limpiarlas con su dorso, pero siguieron saliendo.

- No puedes obligarme a odiarlo, despreciarlo y permitir que viva con una culpa que no tiene – continúo hipando, no entendía como le resultaba tan complicado hablar en ese estado.

- Si solo viniste a frustrar el plan tal vez debería dárselo a otro mi querido Lucifer – Dios sentencio seco, desde su gran trono blanco y lleno de brillo.

Lucifer negó derrotado, el sabia su destino en algo nuevo llamado "Infierno" Miguel el arcángel encargado de todas las tropas se encargaría de hacer un espectáculo, claro, sin lastimarle, el sabia como seria todo, Gabriel en cambio, no, el mensajero celestial, portador de las buenas noticias tenia que desterrar a Lucifer del cielo, con esa gran espada y esa convicción de creer que hacia lo correcto.

Todo era tan rebuscado, porque Dios, en efecto sabia de los sentimientos de sus hijos, pero también sabia, que todo era parte del plan.

"Los seres puros no tienen genitales" nunca, nunca pensó que eso le interesaría tanto a Gabriel, no cuando probo los labios de su árcangel, mucho menos cuando ese beso inocente agarro calor y comenzaron a explorar el cuerpo ajeno, con necesidad de algo más, que no tuvieron, pero añoraron.

Al menos hasta que la duda en Gabriel creció más, veía cosas en donde no las había y juraba que Lucifer había besado a alguien antes que, a él, que sus labios y caricias no eran solo suyas y que definitivamente tenía algo con Miguel.

Lucifer entendía que todo era obra de su padre, con suma molestia trato de volverlo a encarar, esta vez, acompañado y muy molesto.

- Después de la tortura los querubines perdieron la memoria, los lanzaste a la tierra y ahora puedo asegurar que ruegas porque se equivoquen – tiro con veneno Lucifer, mirándolo con desdén – lánzame de una vez al infierno si eso quieres, pero ya basta, estas volviendo loco a mi Gabriel, dices que me "Enamore", pues respeta eso, ¡Respeta lo que tengo con él! Le envenenaste la cabeza... detente.

El arcángel de mirada carmín ahora sabia que lo que salía de sus ojos eran lágrimas, reflejaban su dolor y desesperación por su perdido amor.

- Eso también es parte del plan – dijo de manera seria y molesta el Dios de la creación.

Lucifer estallo con molestia y un gran malestar, golpeando a su propio padre dirigió la peor rebelión que el cielo vio.

Y ahí, la mente de Gabriel se termino de envenenar, de miedo, ira, celos, venganza contenida.

Lucifer mataba querubines, arcángeles y había golpeado a su padre sin piedad alguna, recordó "Tu hermano perderá el control, deberás desterrarlo antes de que destruya todo lo que conoces"

A Gabriel le carcomía más el hecho de que su árcangel ni siquiera lo incluyo en su plan, que padre siempre tuvo la razón y que debían sacarlo del cielo a como diera lugar.

Sintió los fuertes brazos de Gabriel rodearlo, la mirada de Lucifer era una que jamás vio en algo más: odio, y lo conoció cuando Eva fue torturada. Su árcangel ya no estaba ahí.

- Gabriel, no tienes que hacerlo, de verdad que no cariño – trato de razonar perdido en ira contra su creador, Lucifer.

- Eres un traidor – soltó sin mas el árcangel.

La última batalla que llenaría los cuadros de miles de iglesias, estaba ahí, con alas extendidas, Gabriel pisando a su amado, cegado de ira lo traspaso con su espada condenándolo a la tierra y luego, a gobernar el infierno.

Lucifer desde que fue traspasado por la espada experimento el verdadero dolor, y no precisamente contra la daga celestial, sino con los cuernos pequeños en su cabeza que le crecieron en la tierra, conoció el llanto de la traición y también el sentimiento de culpa y devoción.

Después de Gabriel no volvió a enamorarse, ni de Decker, ni mucho menos de los miles de amantes que pasaron por su cama amortiguando el dolor que fue nunca sentir ese contacto con él. Hasta que Steve llego.

Para desgracia de un Gabriel, a quien nadie le había llegado.

La tragedia en la similitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora