Capítulo 15. Amor incondicional.

126 8 7
                                    

Lucifer estaba entre los grandes brazos del capitán, que lo envolvían y le daban calor, descansando de manera tranquila, así, Steve movió un poco la mano hasta el vientre del moreno, ambos aun dormían, de la nada, su cachorro hizo de las suyas, moviéndose por vez primera, despertando a un rubio, que un poco confundido sintió un poco más.

El bebé siguió moviéndose, sin despertar a su mamá, sacando algunas lagrimas de los ojos de su rubio padre, quien embelesado siguió tocando, despertando al árcangel caído.

- ¿Qué estas haciendo? – sonrió aun adormilado Lucifer sintiendo las manos curiosas de Steve en su vientre.

- ¡Se movió! ¡Tienes un bebe ahí adentro! – muy emocionado comento Rogers con las manos puestas en su vientre.

- Oh claro, creo que lo puse ahí – sonriendo sarcásticamente contesto el moreno dejando que siguiera tocando, aunque ya no se movió más.

Rogers le beso con cariño, tratando de no sobre encimarsé, le cargo con sumo cuidado para sentarlo cerca del piano, escuchando la agitada respiración del moreno, quien con ese simple cariño estaba alborotado.

- Lamento haberte dejado solo estos meses – Steve confirmo que parte de lo que había pasado fue su culpa, por abandonar así, al contrario.

- Tal vez no debiste matar a Gabriel, fue un arrebato muy grande – confirmo Lucifer regulando de su respiración.

- Yo... no debí – antes de que pudiera decir algo más, nuevamente el árcangel caído le cayo poniendo sus delicados dedos en sus labios.

Un error grande de Morningstar es y será que ya amaba a Hydra, lo amaba tanto que se cegó ante la idea de lo malvado y cruel que era el hombre frente suyo. Además, Gabriel estaría bien, solo se había des incorporado, sin saber que las heridas en los árcangeles son diferentes, el arcángel había obtenido genitales al darse cuenta de su pequeña imperfección, el enamorarse esta mal en el cielo, más entre celestiales, y su otro defecto fue obtener el dolor de un corazón puro, roto por otro más experimentado y que desgraciadamente no iba a poder corresponderle después.

Entre sollozos ahogados el arcángel dejo ir a Lucifer, porque era mutuo, también porque si él moreno era feliz, él también podría serlo disfrutando su felicidad y mimando al pequeño ángel creciendo en el vientre de su ahora amor perdido.

"Te amo, pero tú amas a alguien más y debo aprender a dejarte ir, si no puedo hacer eso por ti, entonces nunca te ame"

Dios cometió muchos errores con sus hijos, pero ese fue el más grande y a pesar de saber, jamás hizo algo para enmendarlo, porque así era Dios, descrito en todas las biblias "Misterioso". Y me atrevo a agregar, cruel, calculador y con una enorme responsabilidad que solo no podría llevar, no toda la eternidad que se le encomendó.

Los meses restantes del embarazo del árcangel caído pasaron, y todos los ángeles, árcangeles, querubines y demonios estaban pendientes, porque estaba escrito, cuando el anticristo naciera, una guerra se desataría cuando ese niño creciera, pero lo que no estaba escrito, claramente, era que el niño fuera hijo completamente de Lucifer, además esto de las castas no tenia mas de un siglo... fue complicado descifrar que si el árcangel caído era el de la dulce espera no aplicaba... definitivamente Steve era otro ángel caído que trajo paz, para evitar otra innecesaria guerra entre los ángeles y demonios, ahora muy innecesaria entre unos humanos que hubieran perecido y perdido todo, todo por peleas sin sentido entre los más fuertes y poderosos.

- ¡Mierda, mierda, mierda!

Rogers completamente en pánico encontró la maleta del bebé en el armario, y es que los nervios de padre lo estaban aturdiendó.

Pues Lucifer no tendría un parto natural... ni en un hospital ni un simple bebé, era el hijo del diablo y posiblemente lastimaría mucho a su madre sin quererlo...desde el parto y por el resto de su vida.

Todo era tan nuevo para Steve que los nervios eran normales en él.

Pues las hormonas no ayudaron en nada, Lucifer se hizo berrinchudo, mimado, con extraños antojos y formas de caminar cuando la pancita fue prominente.

Y bueno, el azabache se volvió muy paciente, consentidor y asustadizo cuando el tiempo de gestación casi termino.

Una mirada violeta los miro a los ojos, decidida y con algo más de porte, en traje de doctor tomo a Lucifer en brazos.

- Te dieron un cuerpo nuevo, te luce... bien – el árcangel caído se abrazo a su hermano, Gabriel no le soltó para nada, un manto de protección los envolvió y Amennadiel se encargo de llevar a Steve con todos ellos.

Por primera vez en eones, nacería y no se crearía un nuevo árcangel. Uno muy mimado y consentido, aunque ningún arcángel dijera nada al respecto, así seria la vida de ese pequeño celestial.

Un parto complicado, pero nada difícil de manejar y gracias a todo lo bueno que existe, Steve logro sobrellevarlo... llevándose la mejor parte al final.

Cargando a esa niña de cabellos rubios entre sus brazos, con la cara rojita y los ojitos cerrados le decía hola al mundo y a su padre.

- ¿Cómo van a llamarla? – Gabriel limpio de su rostro y la arropo con ropita de bebé, apoyándolo con un manto extra de protección – Lucifer duerme, esta cansado y fue un parto difícil, nos golpeo cuatro veces y la niña estuvo a nada de extender las alas, pero estará bien – con total frescura comento el arcángel, quien no noto la impresión en Rogers, a quien en verdad esto le era muy sorprendente aún.

- ¿Okay? – Steve quiso tratar de entender, sin soltar a su hija manteniendo su postura con alguien a quien se suponía había matado.

Aun era incomodo y aun no sabia como disculparse con el contrario.

- ¿Quieres verlo? – rompió el hielo con una sonrisa Gabriel, el azabache asintió, con su hija bien sostenida en brazos fueron hasta donde Lucifer, rodeado de mantos dorados, descansaba como si no hubiera tenido un parto de 15 horas no hace mucho.

Esa niña ya tendría su primer reclamo, "15 horas de parto sin anestesia" y acababa de nacer.

Pero nadie podría pagar la mirada de amor que el árcangel caído recibía por parte de los dos hombres que lo amaban más que nada en el mundo.

La mirada azul de Steve, contento de ser padre y que su madre sea ese hombre de cabellos negros alborotados.

Y la mirada violeta e inocente de Gabriel, que jamás lo olvidaría y lo cuidaría a él y a la niña a toda costa.

La tragedia en la similitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora