diez.

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Murcia, España, octubre 2018.

Oriana Pérez.

bajaba las gradas junto a mi amiga, me sentía un poco mareada, ella insistió en que bajara para beber un té o comer algo.

—no quiero estar abajo, no me siento cómoda entre gente que no conozco —digo en voz baja— jamás conocí a los amigos de Pablo, desde que nos vinimos de Barcelona solo he conocido a Bruno.

— no hay nada de malo allá abajo, son gente muy buena, date el chance de conocerlos —me dice mientras bajamos las gradas.

alzo mi vista para y lo primero con lo que choca es con aquellas orbes verdes, que me ven de forma expectante y con geniuno asombro en sus rostro. No le sonrío, no expreso nada, estoy molesta con él y no entiendo qué hace aquí.

—vamos a la cocina —me habla mi amiga. Aún agarrada de ella camino hasta la isla de la cocina y me siento ahí.

—hola —me saluda el más alto de todos— me llamo Sergio, mucho gusto.

—Oriana, el gusto es mío. —digo y él sonríe sin mostrar los dientes.

—todos te conocemos —habla otro chico— todos hemos escuchado sobre Oriana. —muevo mi vista hacia Vicky que prepara un té, la miro extrañada y ella sonríe.

—tu hermano te presume demasiado. —dice Vicky, veo hacia donde está Pablo, se le ve más calmado, está hablando con sus amigos.

—no sabía que Pablo les hablaba de mí —digo.

—oh sí tía, nos hablaba de su hermanita que estudia en Italia y es el mejor promedio del grado, hasta nos contagiaba su orgullo —habla otro chico. Eran demasiados y hasta el momento solo me sé el nombre de uno de ellos.

—¿pero que estáis esperando para presentaros chavales? —habla el más alto— lo hago yo, él es Javier —dice mientras señala al chico de cabello castaño y expresión de piedra— este de acá es Alejandro —señala al moreno— y este de aquí es Manel. —dice mientras despeina el cabello del chico.

—sois demasiados —digo y ellos ríen— igual un gusto.

—y todavía faltan aquellos dos que están hablando con Pablo.—me dice Vicky mientras deja la taza frente a mí.

—tía pero ahí hay tres, ¿acaso ya necesitas cambio de gafas? —bromea Javier pero solo se gana una cara seria departe de Vicky, cosa dura competir contra la cara de hielo de ese chico— ¿o ya conoces alguno?

—no, los tres son desconocidos para mí. —digo para después darle un sorbo a la bebida caliente. En parte tenía razón, Ginés se había vuelto un desconocido para mí.

el chico de cabello azul me mira con confusión, y yo enarco mi ceja haciendo que el aparte su mirada. Pablo se levanta del sofá y me mira mientras esboza una media sonrisa.

—al menos ya estás más calmada —dice con tranquilidad— ¿ya comiste algo?

—Victoria me hizo un té, no tengo apetito realmente. —respondo y él asiente, mientras que su brazo pasa por mis hombros.

—¿ya conociste a los chavales?

—sí, ¿por qué son tantos? son como diez.

—¿de verdad no sabes el porqué? —habla el pelirrojo que estaba hace un momento al lado de Pablo.— por cierto, soy Alfon, el teñido de acá es José Miguel, y el rubio de allá es Ginés. —el último mencionado me mira, y yo quito mi vista de él.

—pero puedes llamarme Chemi, tranquila. —dice con amabilidad el chaval teñido.

—Oriana no sabe nada chavales —dice Pablo y yo junto mis cejas— bueno, nada relacionado con nosotros, cuando estaba en Italia pasaba ocupada estudiando y tenía ciertas limitaciones, te explico luego Ori.

—bueno fue un gusto conoceros —digo mientras me bajo de la silla y tomo la taza entre mis manos— os veo luego, y gracias por haber venido, me deja en paz saber que en el tiempo que estuve fuera Pablo hizo grandes amigos. —sonrío sin mostrar los dientes.

—no es nada —responde Chemi— igual estamos pa' ti. —asiento.

—gracias —respondo— hasta luego chavales. —salgo de la cocina mientras escucho que responden con un "hasta luego."

ingreso a la habitación directamente y entro cerrando la puerta a mi espaldas, dejo la taza sobre mi escritorio y veo que en el hay una foto mía con Ginés, tenía demasiadas cosas relacionadas con este chaval.

me siento en el borde de mi cama, y mi mente se sumerge en recuerdos, no sé por cuánto tiempo me quedo ahí recordando cientos de cosas, mientas las lágrimas bañan mis mejillas, y mi cuerpo ruega ser rodeado por los brazos de alguien en forma de consuelo.

escucho un par de golpes en mi puerta, me levanto y limpio mis lágrimas con un pañuelo, inhalo, y abro la puerta.

— hola, desconocida.—me saluda mi vecino.

sueños interpuestos ; walls. Where stories live. Discover now