Capítulo 2

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Despierto por unos fuertes toques en la puerta de mi habitación, que vienen acompañados de la dulce voz de mi hermana, acalaro que es sarcasmo, no se confundan.

—¡Mariiiiii!— como que ya se le está haciendo costumbre despertarme con sus gritos.

—Pasa— le digo.

Ella entra y viene muy alegre, no sé cómo puede levantarse tan luego.

—Buenos días Mari— me cubro el rostro con la almohada —solo vengo a decirte que voy a ir a la casa de la tía Ruth, ella vendrá a traerme ya que mamá me dió permiso.

—¿Así que me dejarás sola, eh?

—Intenta sobrevivir sin mí— me dice entre risas.

—Bueno, pórtate bien.

—Nos vemos en la tarde, Mari— me dice y sale.

Ahora que lo recuerdo tenía pensado decirle a Sofía que me acompañara a la Academia para inscribirme, pero no se podrá.

Podría ir yo sola, pero estoy tan mal acostumbrada que no me gusta salir sin que alguien me acompañe, así que voy a recurrir a la persona con la que siempre cuento, Susan.

Agarró mi teléfono y veo que en realidad no es tan temprano, ya son las 7:10 a.m.

Susan es de las personas que aprovechan el día y se levantan temprano, busco su número y le llamo.

—Hola, Mari, buenos días— me contesta ella— no es muy común que en vacaciones estés despierta a esta hora.

—Buenos días Susi, tengo una razón para estar despierta a estas horas, y necesito de tu ayuda— le digo.

—Dime.

—¿Me puedes acompañar a inscribirme a la Academia de Idiomas de la ciudad?

—Voy a ir, ya llego a tu casa y me vas a explicar bien porque no entiendo a qué vas a ir allí.

—Claro que sí, aquí te espero.

Después de ducharme busco en mi armario, encuentro una blusa color celeste con un pantalón negro y para completar mis tenis favoritos, gran elección, me dice mi subconsciente, porque sí, es de lo más común.

Desenredo mi cabello, una tarea que se me facilita bastante ya que lo recorté hace poco.

Mientras termino de lavarme los dientes, tocan la puerta, me dirijo a abrir, encontrando a una Susan radiante.

Su cabello recogido en un perfecto moño, que es como normalmente lo carga, sus ojos verdes con esa chispa de emoción combinan perfecto con el vestido turquesa que lleva puesto.

—¿Nos vamos ya?— pregunta ella y yo asiento— te preguntaría si vamos a ir en autobús o caminamos, pero las dos somos conscientes que preferimos caminar.

—Y es una suerte, porque ir en autobús es una tortura, siempre van llenos.

—Bueno, empieza a contarme porque vamos a dónde vamos— dice ella.

Después de contarle a Susan sobre mi regalo, el cual desearía cambiar por un combo de pollo, ella habla.

—¿Así que me abandonarás en el curso de violín?— se escucha un poco triste.

—Lo siento, pero mamá tiene razón, no puedo rechazar así el regalo de papá.

—Esta bien, aunque me vas a hacer mucha falta.

—Susi, solamente no te podré acompañar a las clases de violín, no me voy a cambiar de instituto.

—Ya, pero yo te quería ver allí.

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