Capítulo XII

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Estaba cómodo, era como ocultarse entre algodón pero este se mantenía firme sin alterar la forma por más que presionaba su cabeza sobre la suave almohadilla. Sus fornidos brazos se aferraron al cálido cuerpo, suave, de aroma grato y dulce por debajo de las sábanas.

Unos cabellos plateados le hicieron cosquillas en la punta de su nariz haciendo que se removiera un poco;  bostezando abrió de poco a poco sus ojos mientras frotaba su mejilla en la fina y sedosa tela ¿azul?.

Esto no era una almohada. 

Frunció el ceño y se levantó un poco mientras pestañeaba un par de veces. Casi le da el infarto al percatarse de que la "almohadilla" en la que estaba cómodamente acostado era uno de los pechos de la joven princesa que se encontraba profundamente dormida a su lado. 

La observó con detenimiento, era de las pocas veces que la veía dormir de cerca, se veía tan relajada y confiada. 

A pesar de sus cabellos dispersos y enredados o su vestido rugoso por el movimiento, su rostro se mantenía lúcido y acendrado;  sus pestañas inferiores se acomulaban con la superiores haciéndolas ver más espesas, sus mejillas tenían un rosado natural y sus labios ligeramente entreabiertos, su pecho subía y bajaba lentamente, un poco de su escote se había removido revelando un poco más de lo que ella se solía cubrir, unos centímetros más y...

Giro su rostro sonrojado y avergonzado, absteniéndose a seguir viéndola si no quería problemas con ella y ... su propio cuerpo. Se sintió el peor de los degenerados.

¿A qué hora había llegado para empezar?

—¡Agh!, Carajo...— se quejó cuando una jaqueca llegó de pinchazo. Elizabeth se despertó por el movimiento de la cama perturbando su sueño. Soltó un ligero bostezo antes de levantar un poco la parte superior de su cuerpo.

—Buenos días, Señor...— pestañeó un par de veces y observó claramente al rubio con su mano en la frente haciendo presión en ella mientras se quejaba. —¿Está bien, señor Meliodas?— el chico la volteo a ver con un sonrojo apenas perceptible, notando que su escote ya estaba más cubierto, gran alivio.

—Estoy bien...— dijo en un jadeo. —¿Porque está aquí?, ¿a que hora llego?— ella se acomodo sobre el colchón quedando sentada.

Elizabeth lo medito un poco, seguramente él no recordara nada desde que llego, asi que no creyó necesario decirle... detalles. Lo menos que quería era hacerlo sentir avergonzado y que había fallado de cierto modo, era normal que actuara fuera de lugar y lo entendía. No tenia de otra más que mentirle.

—Llegamos muy tarde en la noche mis hermanas y yo...— comenzó dándole vueltas al asunto. —Entre a su habitación, quería saber si estaba dormido pero lo encontre en estado de ebriedad, así que encargue que le trajeran algo de té  para que se relajara y se le hiciera más fácil dormir.— explico con notable nerviosismo a que la pillara mintiendo; pero el rubio interpretó su actitud nerviosa de otra forma, incomodidad por él.  —El sueño me venció mientras cuidaba de usted y termine dormida aquí, lamento eso— 

—No, está bien. Solo...— bajo la mirada. —Gracias por preocuparse y... lo siento—

—Tranquilo, usted está bien y yo también, es lo que importa— sonrió dulcemente, deslizándose a la orilla de la cama ante la mirada verdosa . —Le doy un consejo, el jugo de naranja calmara su dolor de cabeza. Pediré que le traigan uno.— dicho esto se dirigió a la puerta.

—Gracias...— dijo el rubio. —Y me alegra que esté de vuelta— la chica solo lo volteo a ver con su mano en la perilla. —Siendo franco, no hubo un momento en el que no pensara en ti— sonrio levemente.

The Princess Knight || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora