Capítulo XIX

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Era un hermoso día por la mañana, el personal del castillo estaban hechos un caos de arriba a abajo, de un lado a otro terminando los últimos preparativos de la boda.

Meliodas abrió sus ojos sintiendo un suave peso sobre el. Bajo la mirada para encontrarse con el rostro dormido de la princesa, sus manos ligeramente apoyadas sobre su pecho sintiendo su respiración tranquila. Peino su cabeza apartando su flequillo, preguntando la razón por la que escondía su ojo del exterior, ya lo sabría en algún momento.

Ella se removió sobre su lugar al sentir el tacto, abrió sus párpados chocando su mirada con la de él.

—Buen día alteza.— sonrió de lado.

—Buen día, señor Meliodas—  soltó un bostezo tallando sus ojos. —Espero que haya descansado bien.— se enderezó sobre su lugar.

—Eso debería preguntárselo a usted.— comentó con gracia ya que como siempre y de esperarse ella se preocupaba antes por los demás.

—Dormí bien—  se estiró tranquilamente sin embargo un pensamiento en su mente la hizo reaccionar — ¡¡La boda...!!—  exclamó asustando al chico haciendo que se encogiera en su lugar mientras se tapaba hasta medio rostro con la sábana  —¡Lo siento! ,pero debo vestirme y es muy tarde, ¡nos vemos luego!— dicho esto se marchó de la habitación como alma lleva el diablo.

Meliodas retiro la sabana de él riendo ante su conducta, sin duda amaba cada faceta de ella y apenas se daba cuenta. Soltó un suspiro revisando su cintura percatandose que de la herida de ayer, ni un rasguño se lograba visualizar.

—Que extraño...— frunció el ceño, esto no era normal.

—Princesa, ¡Buenos días!— exclamó la de coletas a la albina acercándose apresurada.

—Buenos días Diane— esbozo una sonrisa. —Veo que estás lista.— cometo al verla lucir un hermoso vestido rosado y sus coletas amarrados con listones.

—Desde muy temprano todo están como locos de un lado a otro.— soltó un suspiro de cansancio. —Elizabeth, ¿porque no te has vestido?— 

—De hecho, apenas me iba a vestir— 

—Venga, le ayudo a vestirse— dicho esto, ambas entraron a la habitación de la ojiazul, después de todo no era la primera vez, ya que Diane como dama de la tercera princesa acostumbraba a ayudarle con actividades diarias.

[...]

—Lamento hacerles venir a trabajar— se disculpó Hawk con sus empleados. —Se que todos andan atareados con lo de la boda real, pero en serio, los caballeros de ayer arrasaron con toda la cerveza de mi taberna— soltó un bufido cansado al recordar al peliblanco.

Hawk terminaba de acomodar la botellas de licor que recién le habían llegado desde las afueras de Britannia.

—No importa, lo importante es que se vendió algo— respondió la rubia, desvió la mirada al pelinegro quien se mantenía ajeno. —Supongo que de cualquier modo tu no querias ir. —

—Por ahora, quiero estar lo más lejos del castillo.— respondió sereno sin voltear a verla.

Gelda soltó el bufido evitando argumentar una  pregunta que responda su estado de ánimo, poco a poco iba avanzando con él y lo menos que quería era tirar eso a la basura. Solo continuó con sus labores, ayudando al jefe a subastar nuevamente el bar y atender los pocos clientes de esa mañana.

[...]

Mientras tanto, en la alcoba de la de cabellos lilas, sus hermanas y las damas la llenaban de elogios y palabras positivas. Margaret estaba atenta a la falda del vestido blanco nada voluminoso, prosiguiendo con acomodar el escote haciendo una pequeña mueca por el corset que abrazaba su cuerpo.

The Princess Knight || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora