7. La broma de los gemelos Weasley y el descubrimiento en el Bosque Prohibido

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7. La broma de los gemelos Weasley y el descubrimiento en el Bosque Prohibido.

-¡Cassiopeía, detente y hablemos de esto, por favor! -le suplicó Hermione, con la respiración medio agitada, por causa de estarla persiguiendo por al menos cinco pasillos atrás.

Pero Cassiopeía, la ignoró y continuó su camino con pasos furiosos. Podía sentir los pasos de su mejor amiga tras ella y a decir verdad, no sentía las fuerzas suficientes para inventarse una mentira que fuera bastante convincente como para engañar a Hermione, en ese momento. La escena del boggart aún se repetía una y otra vez en su cabeza. El rostro de pena del profesor Lupin fue lo que más rabia le dio. Se había mostrado débil ante un hombre que ella ni siquiera conocía. Eso sí que era algo humillante y muy poco Slytherin de su parte. Al final de todo el conflicto, Burkes tenía razón; era patética. Se detuvo en el pasillo cercano a las inmediaciones del Gran Comedor y se echó a llorar. Cubriéndose la cara con sus manos, para intentar amortiguar un poco los sollozos, que parecían querer escaparse sin su permiso. Mientras ella lloraba desconsoladamente, Hermione llegó hasta ella, para acto seguido, rodearla con sus brazos. La pelirroja no dudó ni un segundo en apoyar su cara en el hombro de su amiga, para seguir llorando libremente.

-¿Qué es lo que te está ocurriendo, Cassiopeía? - le preguntó Hermione, al notar que su amiga estaba más tranquila; aunque aún estaba temblando levemente-. Sabes que puedes contarme lo que sea, siempre te lo he dicho.

Cassiopeía la miró, con sus ojos azules eléctricos enrojecidos por las lágrimas, que había estado derramando hasta ese momento. Dejó salir un suspiro de derrota y comenzó a confesarle la verdad a Hermione:

-Todo lo que el falso Burkes dijo hoy, es algo que el verdadero ya me había dicho anteriormente-le confesó Cassiopeía, provocando que Hermione abriera los ojos como platos; mientras que una mueca de indignación comenzaba a dibujarse en su rostro.

-Pero, ¿Quién se cree que es Burkes para decirte esas cosas? -gritó Hermione, demostrando cuan furiosa se sentía en ese momento-. Como si él tuviera a sus padres viviendo en Burkes Manor. Es algo desalmado y poco empático de su parte, que te diga esas cosas tan hirientes.

-Es mi culpa-le respondió la otra niña, con expresión triste-. Debí mentir cuando Snape me preguntó sobre lo que había pasado entre él y Draco.

-No, no es tú culpa-la regañó la castaña, aún con el rostro medio sonrosado por el enfado-. Hiciste lo correcto, Cassiopeía; no puedes, ni debes, estar mintiendo cada vez que Burkes te lo exija. Estarías adquiriendo una muy mala costumbre, que con el tiempo será muy difícil suprimir.

- Tienes toda la razón, yo siento que lo que hice; fue lo correcto y no voy a cambiar de parecer por las palabras hirientes de Burkes-dijo Cassiopeía, recuperando un poco de su típico ánimo y confianza, provocando que Hermione sonriera a gusto y también; con felicidad por su amiga.

-Así es como me gusta escucharte-dijo Hermione, mientras entrelazaba su brazo con el de Cassiopeía-¿Qué te parece si vamos al Gran Comedor y merendamos unas rebanadas de pastel de chocolate?

-Tú adelantate, yo iré dentro de unos minutos-respondió Cassiopeía, a la propuesta de su mejor amiga; mientras que la castaña le miraba medio desconfiada. Aunque, prefirió respetar los deseos de la pelirroja y luego de darle un fuerte abrazo, se desapareció por entre los interminables pasillos.

Y cuando Cassiopeía pudo estar segura de que Hermione ya no se encontraba cerca, caminó hasta un rincón medio oculto, se acercó de forma sigilosa, con su mano derecha extendida, sintiendo en las yemas de sus dedos la suavidad de una tela; provocando que arquease ambas cejas y que, decidiese tirar de dicha tela. Para así, revelar a Harry Potter, con las gafas torcidas y una expresión molesta pintada en su rostro. Entonces, ella lo supo; tan sólo con ver sus ojos, supo que había escuchado toda su conversión con Hermione.
Sinceramente, no sabía si ponerse contenta porque no tenía que estarle ocultando cosas a su novio o molestarse, porque éste la estuviera espiando. Como era algo normal en el temperamental pelirroja, esta eligió la segunda opción.

Cassiopeia Orwell y el prisionero de Azkaban [LPDMM #03]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora