Ángel

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Me aferré a la mano de Klaus como si me fuera la vida en ello. Con mi otra mano apreté el papel que me había dado Esther. Respiré hondo y contemplé la gran puerta de metal que había frente a mí.

- ¿Estás lista, amor?

Habíamos tenido que caminar entre decenas de pasadizos y túneles para llegar hasta ahí. Me puse recta y murmuré un hechizo. Acto seguido, el portón de metal se abrió con un chirrido.

Me mordí el interior de la mejilla y entré seguida de Klaus. Caminé lentamente mientras jugueteba con mis manos. Estaba tan nerviosa que ya no me quedaban uñas en los dedos.

Miré a Klaus. Él también parecía nervioso. Movía la cabeza de un lado al otro y tenía cierto tic en el párpado derecho.

Doblamos la esquina y llegamos a un muro con una puerta fortificada. Era ahí. Ahí dentro estaba mi hija.

Apoyé ambas manos en la puerta y noté la magia que había en ella. Aunque con la muerte de Esther, el hechizo se había debilitado. Murmuré un contrahechizo y unos segundos después, un ruido sordo inundó el sitio.

Tragué saliva y las manos empezaron a sudarme. Empujé la puerta lentamente. A esas alturas, el corazón me martilleaba las costillas con una velocidad considerable. Respiré profundamente y entré.

Aún me costaba procesar el hecho de estar viviendo ese momento. Parecía irreal y un simple sueño. Pero no lo era.

Una chica joven estaba sentada en una silla. Tenía un libro entre sus manos y parecía muy interesada en él, pero cuando me oyó levantó la vista.

Era una mezcla de Klaus y yo. Con su cabello rubio y liso recogido en una coleta. Sus ojos eran azules, del mismo color que Klaus. También compartían el color y la forma de sus labios. Tenía las mejillas pálidas pero con un leve sonrojo. Era preciosa.

Amelie Mikaelson era un ángel. Mi pequeño ángel.

- ¿Quién demonios eres?

Su voz, dulce pero con cierto tono sarcástico, me sacó de mi ensoñación. Tenía el ceño fruncido y se había puesto en pie, lista para defenderse en caso de que fuera necesario. Había alzado ligeramente su mano para utilizar su magia, con un gesto calcado al que yo había utilizado miles de veces.

Oí pasos detrás mío y sentí a Klaus a mi lado. Ella se tensó e inclinó la cabeza cuando vio a Nik. Abrió ligeramente la boca y respiró hondo.

- ¿Papá? ¿Eres tú de verdad?

Tanto mi respiración cómo la de Klaus se cortó. Me giré para mirarle. Se hallaba con una expresión indescriptible en su rostro, aunque las lágrimas bañaban sus ojos. Sabía que tenía el corazón en un puño.

The Originals | Always and Forever (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora