Kora estaba desesperado, ya habían pasado 24h desde que sus pequeñas habían desaparecido y aún no sabía nada, los luchadores iban y venían de todas las partes del bosque sin encontrar nada, ni siquiera una pequeña pista.
El jefe sabía perfectamente que no podía centrarse únicamente en buscar a sus hijas ya que tenía mucho trabajo que hacer dentro de la aldea, pero aún así su desesperación era tanta que mandó a buscar a todos los ciudadanos que estuvieran disponibles.
-Papá, creo que no deberías ser tan agresivo, no podemos dejar a la aldea indefensa, quien sabe lo que podría pasar- decía Naki sentada en la mesa junto a su padre que tenía la cabeza entre las manos.
-Lo sé, pero no puedo evitarlo, son mis pequeñas, no puedo perderlas, aún hay tanto que les quiero enseñar, tendría que haber pasado menos tiempo con el papeleo y más con ellas y...- decía el hombre ahora con la cabeza entre las manos y con lágrimas, era la primera vez que la chica lo veía llorar, pero no solo eso, también se podían ver unas grandes ojeras, el pobre no había descansado desde la desaparición de sus hijas.
-Shhhhh, tranquilo, escúchame, las encontraremos, ellas son fuertes, sabrán que hacer, confía- decía Naki mientras abrazaba a su padre y le daba palmaditas en la espalda.
-Haría cualquier cosa para que volvieran, lo que sea- balbuceaba el hombre, para sus adentros, parecía que se le estaba llendo la cabeza, y a Naki le dolía mucho verlo así.
-Te contaré un secreto, hace tiempo vi a Aki yendo al bosque en mitad de la noche y lo hacía varias veces a la semana, un día decidí seguirla para ver qué pasaba, y la vi con un hombre extranjero- contaba a su padre de forma tranquila para que se calmara.
- ¿!QUÉ?! CON UN HOMBRE- gritó koda sobresaltado y levantando su cabeza, este ya había dejado de llorar.
-ESCUCHAME!! Era un chico mucho más mayor que Aki y al parecer tenía un montón de armas, no sé cómo ni cuándo llegaron a ese punto pero...parecía que estaba entrenándola y enseñándole a luchar- acabada la frase la habitación se quedó en silencio, estaba esperando la respuesta de su padre pero el se había quedado mudo, así que decidió seguir hablando -Lo que quiero decir, es que Akili sabe cuidarse sola y Kim está con ella así que no les pasará nada-.
-Está bien, lo entiendo, me relajaré y continuaré con mi trabajo, pero que sepas que no me gusta nada que me hayas ocultado algo así, le voy a *cantar las cuarenta* cuando vuelva- contestó por fin el hombre, un poco más animado.
Ya habían pasado dos días y aún no había rastro de las chicas, Keita desesperado optó por entrar al bosque esa misma noche para encontrarlas, el pobre chico estaba igual de desesperado que su padre, estuvo horas buscando pero no encontró ningún rastro de sus hermanas, el joven llegó a un claro y pudo visualizar a lo lejos muchas columnas de humo, el chico sin pensarlo dos veces salió corriendo en dirección a ellas pero cuando llegó se encontró con lo que menos esperaba, habían decenas de hombres todos vestidos con trajes raros y grandes armas, nada más verlos pudo notar un escalofrío por todo su cuerpo, gotas de sudor frío le recorrían ahora la espalda.
-Conquistadores- susurró aterrado para después salir corriendo en dirección a su tribu, tenía que avisar a todos, estaban en peligro.
Horas después el chico llegó a la tribu, estaba empapado de sudor y le faltaba el aliento, aún así no se detuvo, fue al cuarto de sus padres y de un rápido empujón abrió la puerta, su alma se cayó al suelo cuando miró dentro de la habitación. Su padre estaba sentado en una silla con los codos apollados sobre los muslos y la cabeza gacha, el hombre miraba al suelo con cara de tristeza, a su lado había un cubo con trapos y al lado algo de comida. Después dirigió su vista hacia la cama, su madre se encontraba tumbada en ella, respiraba pesadamente, tenía un trapo en la cabeza y muy mal aspecto, su pelo había perdido su brillo y su piel estaba ahora pálida.
-M-m-mamá...- fue lo único que pudo decir el chico al ver la horrible escena.
Koda al darse cuenta de la presencia de su hijo se levantó rápidamente y salió de la habitación empujando al joven y cerrando la puerta detrás de él.
-Tu madre lleva enferma desde que tus hermanas desaparecieron, el doctor dice que está en un estado de shock y que será difícil superarlo, no sabe si sobrevivirá, no he dicho nada para no preocuparos más- susurraba el hombre con voz triste en medio del pasillo.
Keita al escuchar las palabras de su padre solo pudo llorar, fue un gran impacto para el joven, parecía que les habían echado una maldición.
-¿Por qué estás tan agitado? ¿Qué pasó?- preguntó el jefe ahora con voz más decente, o... Bueno, intentándolo.
Keita se sorbió los mocos y se limpió las lágrimas con la manga para después empezar a hablar.
-Entré al bosque hace unas horas para buscarlas y vi unas hogueras a lo lejos, al principio pensé que podían ser las chicas pero eran conquistadores, están a unos 25km, quizá menos, eran muchos y iban armados- acabó por decir el chico mientras miraba a su padre, el hombre palideció al escuchar la noticia, aún así no se quedó callado, sabía que no debía, era su deber actuar.
-Despierta a Kibo y a tu hermana, tienen que avisar a todo la tribu, que estén alerta y que se preparen los luchadores- ordenó con semblante serio y recobrando la compostura.
-¿Tú qué harás?- preguntó el menor.
-Debo de informar a las tribus vecinas, no sabemos a quien pueden atacar, deben prepararse- dijo finalmente Koda mientras empezaba a caminar a grandes pasos.
*Cantar las cuarenta: es una frase dicha y significa que le va a echar una buena bronca.
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Esperaban que siguiera con la situación de las chicas ¿verdad? Bueno que le vamos a hacer, lo sabrán en el siguiente capítulo 😉 acuérdense de votar y comentar.
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Las hijas de Shabeel
De TodoEn un mundo donde lo arcaico y lo moderno conviven, se encuentran decenas de tribus que viven dentro de los bosques de forma pacífica y ajenas a los problemas externos, mientas que, a las afueras de estos se alzan grandes ciudades con alta tecnologí...