-Hay conquistadores en el bosque, no muy lejos de aquí y van armados- le decía Keita muy agitado.
-Debo de informar a las tribus vecinas, no sabemos a quien pueden atacar, deben prepararse- decía Koda mientras empezaba a caminar a grandes pasos.
Pasada media hora Koda estaba en la gran sala de reuniones escribiendo cartas y con varios mensajeros a sus lados preparados para partir nada más acabara de escribirlas.
Al mismo tiempo Keita y sus hermanos se dirigian a la sala donde estaban las armas junto con los luchadores para prepararse. Una vez listos, varios de ellos fueron enviados al bosque para localizar a sus compañeros que seguían buscando a las hijas de Koda e informarles sobre la cercanía de los conquistadores, pero no llegaron a hacerlo porque fueron interceptados por sus enemigos a unos pocos kilómetros de la tribu.
-Esos salvajes nos han detectado, al parecer son bastante listos- decía uno de los conquistadores mientras ataba al luchador ahora inconsciente y lo metía en un carro metálico.
-Pero no lo suficiente, ATENCIÓN TODAS LAS TROPAS A CABALLO Y A PIE MARCHEN LO MÁS RÁPIDO POSIBLE, LOS CARROS IRÁN DETRÁS- gritaba uno de los hombres para después empezar a galopar a toda prisa.
Los hombres que montaban caballos apenas tardaron 13 minutos en llegar a la tribu Shabeel mientras que los que iban a pie tardaron 10 minutos más y rato después los carros también aparecieron.
Los conquistadores llegaron a la aldea por uno de sus extremos pero no entraron a esta hasta que la rodearon entera por las afueras, ya que no querían perder a ninguna presa. En ese entonces un gran silbato sonó indicando a los conquistadores que todos estaban en sus puestos y que comenzarán a atacar.
-NOS ATACAN, CONQUISTADORES!!- gritó uno de los luchadores situado en la entrada de la tribu antes de caer al suelo debido a un fuerte golpe en el pecho.
Los luchadores y otras personas de la tribus reaccionaron enseguida, unos se escondieron, otros corrieron, los más valientes decidieron plantarles cara y otros simplemente se quedaron paralizados.
Los aldeanos lanzaban flechas y lanzas además de utilizar grandes cuchillos pero apenas conseguian hacerles daño ya que los conquistadores llevaban grandes y fuertes armaduras muy difíciles de atravesar.
Los atacantes golpeaban sin parar a todos aquellos que se resistian y si no se rendian los mataban a sangre fría, sin siquiera pestañear.
Al mismo tiempo los que iban a pie llevaban grandes antorchas y líquidos inflamables que fueron echando en todas las casas quemando todo lo que encontraban a su paso.Koda estaba en la gran sala escribiendo las últimas cartas cuando empezó a escuchar gritos, rápidamente se levantó y le entregó las cartas a los mensajeros.
-Escapad, hacer todo lo posible para que lleguen, aunque solo sea una de ellas- dijo Koda decidido.
Todos los mensajeros asintieron y cada uno salió por una salida diferente para tener más posibilidades.
Una vez todas las puertas se cerraron el jefe cogió la gran espada que se encontraba a un lado de la mesa y recorrió el pasillo para salir al exterior, estaba preparado para luchar y no pensaba perder.
El hombre llegó a la puerta y la abrió decidido pero paró en seco al ver el desastre que estaba ocurriendo, hombres con grandes armaduras y montados a caballo golpeaban y atravesaban a sus seres queridos sin parar, mientras que otros ya estaban inconscientes o atados.
Era un escenario horrible, el hombre, que estaba ahora muy enfadado agarró fuerte su gran espada y salió a enfrentarse con esos monstruos, a pesar de sus armaduras pudo matar a varios de ellos metiendo su espada en una ranura que dejaba un trozo de cuello al aire libre atravesándolo con fuerza y dejando a su enemigo en el suelo y lleno de sangre, este se dirigía a enfrentarse al siguiente cuando un gran rugido llamó su atención.
Koda giró sobre sus talones para observar de donde venía y pudo ver a un gran leopardo atacando a los conquistadores y sus caballos, usaba sus garras y dientes para matarlos rápidamente pero por cada hombre que asesinaba era herido en diferentes partes del cuerpo, el jefe pudo reconocerlo con una simple mirada, ese gran animal era su hijo, Keita, que lo estaba dando todo para proteger a los suyos, pero no era el único, sus otros hijos también luchaban en diferentes lugares de la aldea. Koda siguió mirando a su alrededor hasta que paró su vista en una casa, la suya, estaba ardiendo y algunas partes ya habían caído al suelo, el hombre solo pudo pensar en una cosa.
-Nadja- gritó el gran hombre para comenzar a correr hacia su casa pero su carrera duró poco, ya que varios conquistadores le cortaron el paso, no había opción, tenía que seguir luchando incluso si eso significaba perder a su mujer.
En otro lugar de la tribu, kibo luchaba con todas sus fuerzas pero sin revelar su don, ya que era peligroso si los conquistadores le descubrian, el chico estaba algo mareado porque había recibido varios golpes y había perdido bastante sangre, el joven estaba completamente concentrado en su pelea cuando repentinamente escuchó un doloroso alarido y giró rápidamente la cabeza rezando para que no fuera lo que él creía, pero al ver la imagen lo confirmó, su hermano había sido atravesado con una enorme espada que había entrado entre las patas delanteras del animal y había atravesado todo su cuerpo hasta salir por encima de la cola, el leopardo se desplomó en el suelo sin moverse y kibo pudo notar como su corazón se rompía, en ese momento fue golpeado en la cabeza y cayó al suelo, una vez allí pudo ver de forma borrosa y a lo lejos a su padre, el hombre daba varios pasos hacia atrás mientras que su pecho era agujereado por un montón de balas, finalmente el chico cerró los ojos.
Una hora después todo había acabado, casi toda la tribu había sido quemada y las personas que habían sobrevivido estaban atadas y encerradas en los carros.
En la pequeña tribu sólo quedaban casas destruidas, cuerpos muertos por todos lados y una gran estatua de un leopardo a la cual le caía sangre de los grandes ojos de piedra, los conquistadores siendo la única cosa que quedaba en pié intentaron destruirla pero no lo consiguieron, ni siquiera una granada pudo llegar a romper parte de ella.
Al final se marcharon sin destruir la estatua pero a cambio se llevaron las vidas de muchos de los ciudadanos y raptaron a sus seres queridos.
ESTÁS LEYENDO
Las hijas de Shabeel
RandomEn un mundo donde lo arcaico y lo moderno conviven, se encuentran decenas de tribus que viven dentro de los bosques de forma pacífica y ajenas a los problemas externos, mientas que, a las afueras de estos se alzan grandes ciudades con alta tecnologí...