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No sabía cómo sentirse exactamente. Lo había conseguido, había logrado decir sus sentimientos sin ahogarse en el proceso; pero en cambio había huido como un cobarde. Se sentía culpable, pero ver el inexpresivo rostro de Rogue mostrando aquella sorpresa, lo asustó. No sabía que debía hacer. Estaban en otra ciudad, no llevaba dinero para dormir en otro lugar y su teléfono móvil debía estar en el bolsillo de Rogue.

¿Sería lo correcto regresar al hotel con Rogue? Tenía miedo de la respuesta del ojirojo. Tenía miedo a que esos ojos escrutadores lo rechazaran, buscaran un divorcio pero está vez para alejarse definitivamente.

Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Una parte de él estaba feliz, había conseguido decir aquellas palabras lo suficientemente altas y firmes como para que llegara a los oídos de Rogue sobre el ruido alrededor. Cuando las dijo, una leve calidez se instauró en todo su cuerpo. Daba miedo, pero era algo que tenía guardado tanto tiempo que sacarlo le había permitido respirar.

Cuando estuvo frente a la puerta del hotel, dudó en llamar. Una parte de él pensó en pasar aquello lo antes posible, otra parte solo quería hundirse bajo tierra y no salir; arrepentida de lo sucedido.

No tuvo que llamar a la puerta, pues esta se abrió y encontró a Rogue dispuesto a salir. Vestía con ropa normal, teléfono y llaves en mano junto a una foto que Sting pudo ver era de él. Rogue lo miró sorprendido, luego frunció el ceño.

—¿Se puede saber dónde narices has estado?—preguntó, una molestia palpable—. ¡Y además sin teléfono o dinero!¿¡Acaso eres idiota!?—Sting no respondió, hizo una mueca apartando la mirada, casi sintiendo que era un niño pequeño al que regañaban.

Sintió un tirón en su brazo, la puerta se cerró tras él y Rogue siguió empujándolo hasta sentarlo a la fuerza en una silla colocada en la sala. El de pelo negro se llevó una mano a la cabeza, cansado, como si no supiera por dónde empezar.

—Sales corriendo en una ciudad desconocida, ¿qué hubiera pasado si te hubieras perdido? Podría haberte ocurrido algo y ni siquiera me enteraría. Fui a la policía para pedir ayuda pero como te habías ido por voluntad propia no podían ayudar en la búsqueda. Eres jodidamente irresponsable, mierda; ¿a quién se le ocurre?—Rogue miró a Sting, pero este no le devolvía la mirada. Soltó un suspiro—. Se supone que eres un adulto maduro y responsable; pero siempre actúas igual: eres infantil y egoísta.

—Sé que no ha sido la idea más brillante que he tenido, pero...—¿Pero qué? ¿Qué podía decir llegado a esas alturas? Había sentido miedo del rechazo, así que huyó; sintió miedo del odio y de todos los escenarios negativos que su mente había creado en poco tiempo—. No quiero separarme de ti, Rogue—murmuró, sabiendo que llegados a ese punto no le quedaba otra que la sinceridad—. ... Tenía miedo...por eso corrí—siguió susurrando, sin atreverse a mirar los ojos rojizos escrutadores.

—¿Y salir corriendo así es mejor solución?—cuestionó Rogue, la molestia de la situación haciendo que pudiera evitar la verdadera razón por la que su corazón latía tan rápido.

—Soy un cobarde, lo sé.—Sting se mordió el labio con fuerza, Rogue casi temió que se hiciera una herida—. Pero no quiero seguir siéndolo, por eso...y-yo...—Sting levantó la mirada, frunció el ceño tratando de hacer frente a la mirada del de cabello negro—. Q-Quiero expresar cómo me siento con todo esto, es decir; no quiero que, bueno, nos separemos porque, ya sabes, dejaríamos de vivir juntos y esas cosas...—Rogue esperó por más palabras, quizá que Sting repitiera lo que él creía haber oído en el carnaval, asegurarse de que aquel no era un sueño y no rompería su amistad. Soltó un suspiro, llevando una mano al puente de su nariz para apretar; como si eso fuera a eliminar su dolor de cabeza. Sting dudó, comprendiendo la exasperación de Rogue—. Estoy enamorado de ti—volvió a repetir, una voz más fuerte y aguda de lo que había pretendido, pero ahí estaban las palabras que habían estado ahogándolo por mucho tiempo—. N-No voy a volver a repetirlo—añadió, apartando la mirada de la sorpresiva de Rogue.

Lo siguiente que sintió fueron los brazos de Rogue rodeándole, atrayendo su cuerpo a un abrazo que correspondió rápidamente. Una pequeña risa sonó en su oreja y Sting estuvo a punto de molestarse debido al ataque a sus sentimientos.

—Eres idiota—murmuró Rogue. Sting dudó, sin saber qué significaba aquella situación. ¿Estaba siendo rechazado?

—Esto ya es lo suficientemente vergonzoso como para que encima te rías de mi—dijo Sting, separándose del de cabello negro—. Si vas a rechazarme, simplemente hazlo.

—También me gustas—indicó Rogue, escondiendo su vergüenza en un rostro serio. Sting en cambio se sonrojó—. Por eso te llamo idiota.

—¿Te gusto?

—Sí, yo también me sorprendí en su momento—se burló, Sting iba a devolver la pulla, pero su voz se quedó en su garganta—. Eres idiota porque no me lo dijiste antes.

—¿Eso no te haría también un idiota a ti?—cuestionó Sting, la vergüenza todavía palpable en su voz.

—Definitivamente no.—Sting frunció el ceño, molesto; pero no respondió. Solo apartó la mirada algo cohibido por la situación. Habían estado muchos meses fingiendo ser un matrimonio, pero era mucho más difícil de lo que había pensado el hecho de acercarse a Rogue ahora mismo en busca de algo más. Se mordió el labio, pensativo.

—Entonces....¿qué hacemos ahora?—preguntó Sting—. Es decir, estamos casados...tenemos los papeles del divorcio en la mesa de nuestra casa y apenas nosotros, pues, bueno...eso.

—¿Nosotros qué?—cuestionó Rogue, curioso y divertido por la incapacidad de Sting. Sonrió de lado, Sting apartó sus ojos azules siendo de repente muy entretenida la decoración del lugar.

—Nosotros estamos, no sé, ¿saliendo?

—¿Lo estamos?—Sting miró a Rogue, frunciendo el ceño con molestia. Conocía a Rogue lo suficiente como para saber lo que buscaba. Quería que se lo pidiera, porque él no iba a hacerlo.

Sting respiró con fuerza, la vergüenza ganando terreno dentro de él y diciéndole que debía esconderse en cualquier lugar cercano. Miró a los ojos rojos, diversión escondiendo esa leve esperanza y felicidad; Sting apartó su mirada nuevamente.

—Tengo que ir al baño.

—¡No huyas cobarde!

Ah, sí, Sting seguiría siendo el gay inútil cobarde que era; suerte que Rogue lo quería así.

Ah, sí, Sting seguiría siendo el gay inútil cobarde que era; suerte que Rogue lo quería así

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Adoro haber hecho a Sting un cobarde que cada vez que puede huye al baño, es maravilloso.

Intenté hacer la confesión algo cómica, dudo que me haya salido pero al menos se intentó

Solo queda el epílogo, aunque creo que lo publicaré mañana dado que aún tengo que pulirlo.

Mil gracias por leer, y VIVA EL STINGUE

Soul Free

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