Capítulo 11

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Hola mi gente bonita... Buenas noches..  Vengo a traerles el capítulo 11 de esta preciosa historia... (aprovechando que todavía no me la eliminan v.v)

Espero lo disfruten...

Adaptación serie Seducción de Laura Lee Gurhke "En el lecho del deseo" (libro 3)

oooOooo

Capítulo 11


Tomoyo se acostó pronto, Shaoran y Sakura habían ido al baile, pero ella tenía dolor de cabeza y decidió quedarse en casa. Tomó un baño caliente, se bebió una taza de té a la menta y corteza de sauce, se puso el camisón y se metió en la cama a las nueve en punto. Pero, aunque el té le despejó la cabeza, dormir era más difícil. Acostumbrada a las horas tardías de la temporada, no podía conciliar el sueño. Después de una hora de dar vueltas, se levantó y bajó la escalera en busca de Wei. Le dijo al mayordomo que estaría en la biblioteca, le pidió que le llevara una taza de té, sin más, y que luego se retirara.

Se dirigió a la biblioteca, acompañada de un sirviente que encendió el fuego, pues el ambiente era frío y húmedo. Una vez cumplida su tarea, el hombre se marchó y Tomoyo tomó un libro de una de las estanterías. Se acurrucó en una esquina del canapé con la idea de leer hasta quedarse dormida.

Pero no parecía que el sueño fuera a dominarla. El vapor de su té ni siquiera se había condensado, y tan sólo iba por la segunda página de la novela de Dumas cuando una voz la interrumpió.

—Hola, Tomoyo.

Sorprendida, miró a Touya, que estaba en el umbral de la puerta, soltó el libro cerrado y dio un respingo.
—¿Qué haces aquí?

—Entrando en calor y secándome —dijo apoyando un hombro en el umbral, mientras ella lo contemplaba, dándose cuenta de que estaba hecho un desastre.

No iba en traje de tarde, todavía estaba vestido de mañana, iba despeinado y empapado por la llovizna. Su pelo se había rizado en la nuca como siempre lo hacía cuando el tiempo era húmedo, y su camisa estaba empapada. Ni siquiera iba afeitado, la sombra de barba en su rostro era algo que hacía años que no veía, por lo menos desde aquellos días en que habían dormido juntos y ella se levantaba todas las mañanas con el escozor de su barba en sus hombros.

Había estado toda la semana evitándolo y ahora, justo en el momento en que había bajado la guardia, ahí estaba. Ella sabía que debía decirle que se fuera pero, sin embargo, se quedó allí, mirándolo, recordando el escozor de la barba sobre su hombro tras besarla al despertar.

Puede que él hubiera ido a entrar en calor, pero era ella quien estaba empezando a acalorarse, y no tenía nada que ver con el fuego de la chimenea. Se apartó un mechón de pelo que se había escapado de su recogido y los dedos de sus pies desnudos se curvaron con la suavidad lujuriosa de la alfombra, perfectamente consciente de su aspecto desarreglado.

—Wei tendría que haberme anunciado tu llegada.

—No la tomes con Wei, es un mayordomo excelente; intentó decirme que no estabas en casa, pero supe que no era verdad y, puesto que tu hermano no está aquí para impedirlo, lo aparté a un lado y subí la escalera. Fue feo por mi parte, pero aquí estoy.

—¿Cómo supiste que estaba en casa?

—Porque he estado en el parque las últimas dos horas, y te vi en la salita, justo cuando se estaba haciendo de noche, antes de que las doncellas corrieran las cortinas.

—¡Dos horas! —Tomoyo lo miró, asombrada—. ¿En el parque?, ¿con este tiempo? ¿Para qué?
—¿Acaso no lo adivinas? —La miró fijamente desde la puerta mientras se acercaba a la biblioteca, deteniéndose a cierta distancia de donde se hallaba ella—. Intentaba serenarme para poder venir y decirte «vamos a arreglarlo».

En el lecho del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora