Y cómo todo lo que empieza, debe terminar... Les traigo el epílogo y final de esta preciosa adaptación.
Disfruten n.noooOooo
Epílogo
—Quiero subir —dijo Touya dando vueltas por el largo pasillo de Hammond Park, mordiendo la uña de su pulgar mientras se acercaba a la escalera—. Maldita sea, ¿por qué no puedo subir?
Shaoran le sirvió una copa de oporto y se la ofreció.
—No se permite entrar a los maridos —dijo quizá por duodécima vez.
—Qué estupidez —murmuró Touya—, si nosotros somos los culpables de todo. —Se alisó el cabello. Odiaba aquella espera, aquella sensación de indefensión. Estaba tan asustado que pensó que iba a desmayarse.
Su cuñado volvió a ofrecerle la copa.
—Tómate otra.
—No quiero otra copa, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?
Shaoran suspiró y dejó el oporto sobre la mesa, ante un cuadro del décimo vizconde de Hammond, bisabuelo de Touya.
—Sé lo que sientes, créeme. Y no estoy tranquilo, simplemente se me da mejor ocultarlo que tú.
Un grito llegó hasta ellos desde lo alto de la escalera, un grito de intenso dolor, sofocado a la vez por un portazo. El grito les revolvió las entrañas.
Shaoran lo arrastró hacia sí.
—No puedes.
—Dios —susurró Touya, y empezó a forcejear de nuevo—, ya es medianoche, ¿cuánto tiempo va a durar esto?
—Siempre.
Se oyeron unas pisadas sobre sus cabezas, pero pasó otra hora y nadie bajó. El miedo de Touya se agudizaba con cada vuelta que daba a la galería y casi se le salió el corazón por la boca al oír otro grito de dolor de su mujer, retumbando en la escalera.
—Voy a subir, me necesita. —Shaoran intentó agarrarlo, pero él se evadió y empezó a subir la escalera. En el rellano, se encontró con Sakura, que bajaba.
Nada en la vida de Touya sería como aquel momento. Se detuvo.
—¿Tomoyo?
—Está bien —le dijo su cuñada—, he venido a decírtelo porque supuse que estarías preocupado.
—¿Preocupado? —Esa era una descripción tan increíblemente suave de cómo se sentía que Touya casi se echó a reír.
Ella posó la mano sobre su hombro.
—Ven —dijo y lo guió abajo, pero él se resistió—. Touya —dijo con firmeza—, no puedes ayudar, tan sólo molestarás, vamos.
Aunque reacio, permitió que lo empujara escaleras abajo.
—Este tipo de cosas lleva su tiempo —dijo Sakura—, yo tardé dos días.
—¡Dios! —Dos días y se volvería loco.
Sakura le dio una palmadita en el hombro.
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En el lecho del deseo
Storie d'amoreTomoyo se enamoró con toda la pasión de la juventud de Touya Miara, el vizconde que pidió su mano. Tras unos meses de matrimonio, ella descubrió que él tenía una amante y que se había casado con ella por su dote. Tomoyo, herida y con el corazón dest...