Buenas noches mi gente bella... Espero hayan tenido buen inicio de jueves, una buena jornada y que se me hayan cuidado porque esto todavía no termina...
Les traigo el último capítulo de esta historia. Gracias por la paciencia y por haber seguido está adaptación desde el inicio con Amor prohibido, Todos sus besos hasta esta, En el lecho del deseo ... Me alegra poder terminar esta parte... Y ahora la que me falta, que es la última "Casi una princesa"... voy a tardar un poco más en adaptarla, porque sólo tengo el primer capítulo, cuando tenga los primeros 10, la comienzo a publicar.
Dejo de dar vueltas porque sé que deben estar anciosos/as de saber si Tomoyo le da esa oportunidad a salvar el matrimonio y seguir al lado de Touya o simplemente hacerse a un lado y seguir su camino..,
Bueno, ahora lo vamos a saber....
Adaptación de la serie Seducción "En el lecho del deseo" de Laura Lee Gurhke (Libro 3)
Quiero dedicarle este capítulo a Lubia1980 que ha sido un apoyo en esta adaptación porque cada vez que se me olvidaba algo, acudía a ella y siempre me echado la mano. Gracias nena por eso n.n💋
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Capítulo 20-2
Touya comenzó a mecer al niño mientras este se acurrucaba más en su cuello y soltaba un gemidito de satisfacción, logrando que el corazón del hombre se hinchara de orgullo y desbordara todo el amor que pensaba no sentía en ese momento. Él con un hijo después de tanto haberlo soñado, después de haberlo anhelado cuando tuvo a Takumi esa noche en los brazos. Un hijo. Su hijo. Lo único que evitaba que no pudiera disfrutar al completo de su felicidad, era que ese niño no era de ambos. No era de ella. Era de otra mujer, y no de la única a la que le había entregado el corazón incluso antes de haberse dado cuenta, de la única que estaba en sus pensamientos día y noche pero que no se había parado a pensar detenidamente en ello. Que después de tantos años de estar separados, seguía recordando cada detalle de su rostro cuando estaba pensando, de cómo arrugaba la nariz cada vez que no le gustaba algo, de cómo educadamente declinaba una invitación o cambiaba de tema sin que la persona que estaba charlando con ella se sintiera insultada, de la satisfacción de su rostro cada vez que la hacía suya cuando hacían el amor y el cómo se acurrucaba en sus brazos amoldándose a él como si toda la vida hubiera pertenecido ahí, de la manera en que su nombre sonaba en sus labios o simplemente su sóla presencia.
Porque era ella, que con sólo sonreírle hacía de su mundo uno mejor, uno más vivo, más vibrante y sentía que con ella a su lado era el hombre más feliz e invencible del mundo.
Y ahora que por fin se le caía la venda de los ojos, ya era demasiado tarde, la había perdido. Había perdido al único amor de su vida y ya no sabía que más hacer. Había hecho todo lo que había estado al alcance de sus manos, ya no le quedaban más fuerzas para pelear, debía haberse cargo de su hijo, pero que Dios se apiadara de él si ella no quería volver porque no sabría cómo salir adelante sin su amor, no sabía si le quedaban fuerzas suficientes para hacerlo.
«Sino hubiera estado tan pendiente de cosas que no tenían importancia, no te habría descuidado. Lo siento tanto, Tomoyo»
—Lo siento tanto, mi amor... Por favor... Perdóname... Por favor...
Tomoyo se tapó la boca con las manos, escuchando. ¡Oh, cómo amaba a aquel hombre! Cuando lo vio con el bebé en brazos, el corazón empezó a dolerle, pero de alegría; era tan dulce que apenas podía respirar. Toda su vida había tenido sueños románticos sobre un amor honesto de un hombre bueno. Ahora, ya no era un sueño, pero tampoco la vida que había imaginado. No era fácil, ni tampoco una bendición, y puede que tuviera que pagar con lágrimas y dolor, pues cada día supondría una lección para aprender a estar juntos. Pero era real y precioso y, sobre todo, les pertenecía. Desde ese momento, iba a dedicarse a esa vida con ese hombre, con todo su corazón.
Se quedó contemplándolo un rato más. Era la segunda imagen más tiena y dulce que había presenciando como su marido decía algo en voz baja y que ella no alcanzaba a escuchar.
—Por lo que más quieras... Regresa por favor. Regresa porque no sabría cómo vivir sin tí. No sabría como criar a Lan yo solo.
El corazón de la amatista se detuvo por unos segundos cuando contemplaba como unas pequeñas lágrimas corrían por las mejillas de su marido después de haber dicho esas palabras y apretaba con fuerza los labios para no llorar. Touya nunca había demostrado sus sentimientos, pero ahora no iba a abstenerse de hacerlo cuando sentía un dolor tan grande en el pecho. Nunca lo había visto tan devastado en su vida, tan derrotado, tan solo.
Tomoyo decidió terminar con su agonía e hizo ruido al abrir la puerta, lo suficientemente suave como para no despertar al bebé. Touya alzó la mirada pero, cuando la vio, no sonrió, no se movió, se quedó inmóvil como la imagen de un cuadro de Reynolds, con el sol bañándolo, sus ojos rojos por el llanto y el niño en sus brazos. Tomoyo entró en la habitación.
—He venido a hacer las paces —dijo.
—¿En serio?
Ella asintió.
—Fueron tus palabras. —Estaba decidida a no decirle que nunca había querido dejarlo, quizá se lo diría algún día, o quizá no—. Han sido las palabras más incoherentes, inconexas y bellas que jamás he escuchado. —Se arrodilló ante la silla y puso las manos sobre sus piernas mientras Touya la miraba sorprendido sin saber qué hacer o qué decir—. Yo también te amo.
Él profirió una risa breve, descreída.—No entiendo por qué.
Tomoyo miró a su marido. Se levantó, le apartó su pelo indomable de la frente y sonrió.
—Puedo enumerarte varias cosas que me encantan de tí. Pero sólo diré que todavía sigues jugándomela —rió—, mi diablo con pico de oro.
Touya sonrió y le susurró a Lan:
—Pensé que iba a ser más difícil convencer a mamá de que regresara, pero ya ves que no.
—¡Oye! ¡No te pases porque me voy por donde vine!
—Y así campeón es como la mujer a la que amas juega contigo como quiere porque sabe que te tiene a su merced. Y que pase lo que pase la vas a amar con toda tu alma. Pero ahora estas muy chiquito para preocuparte por eso.
—Eres un idiota.
—Pero así me amas. Anda, dame un beso.
Y Tomoyo riendo apoyó su mano en la mejilla de Lan y lo miró con infinito amor, momento en que Touya aprovechó para analizarla y enamorarse más de esa mujer si eso era posible y mirándolo a los ojos lo besó en los labios.
—Te amo, Touya.
—Y yo a ti, Tomoyo.
Y ambos sonriéndose miraron con todo el amor del mundo a la personita que les había dado el empujón, sin querer queriendo, de salvar la relación y ariesgarse por su matrimonio.
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Ah... Qué bonito... Espero que les haya gustado como a mí adaptarla. Y con este pequeño capítulo damos por finalizada está bella historia de amor, separación y superación...
No se preocupen, tiene su epílogo todas lo tienen...Nos leemos en el epílogo n.n
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En el lecho del deseo
RomansaTomoyo se enamoró con toda la pasión de la juventud de Touya Miara, el vizconde que pidió su mano. Tras unos meses de matrimonio, ella descubrió que él tenía una amante y que se había casado con ella por su dote. Tomoyo, herida y con el corazón dest...