El Árbol de Mirto.

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Al fin... me tomó un buen rato pero aquí se los traigo con todo el cariño. Espero que lo disfruten tanto como yo disfruté escribiendo. Un besote para todos y nos vemos en el capítulo IV
Déjame saber qué te pareció! Las sugerencias y dudas son bienvenidas

Nota:

Actualicé el Capítulo I porque nunca me quedé convencida de cómo contaba la historia. Si quieren pasen a leer la nueva versión, un abrazote!

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Capítulo III.

En lo profundo del bosque, muy alejado de las fronteras del reino y mucho más alejado aún de los ojos de la guardia, se hallaba el antiguo salón de los Reyes. Lugar que había visto pasar a los más grandes y honorables Elfos y lugar que había visto partir la leyenda del mismísimo Oropher.

Rodeaban el salón aves de cantos hermosos, y flores de aromas dulces, y hierbas de gran virtud. A penas uno levantaba la vista al poniente, se descubría una colina alta de extraño resplandor y rica en gigantescos y enredadizos arbustos. El ambiente era fresco esa tarde y Legolas sentía más curiosidad de la que jamás hubiera pensado sentir. Recorría y repasaba con ojos hambrientos cada una de las pisadas que Moose dejaba al caminar, pues sus huellas originaban una luminiscencia desconocida.

-Antes de llevarte al lugar que te prometí quiero que veas esto -Dijo- Mi padre me trajo aquí pocos días antes de partir a Dagorlad para recordarme que no importaba cuales fuesen las adversidades y peligros que nos hiciera enfrentar el mundo, sino la fortaleza que residía en nuestros corazones para luchar por lo que uno más ama. En ese entonces, para mí, era mi pueblo. Ahora mismo, eres tú -Le Dijo mientras le acariciaba la cabeza con los dedos- A este lugar puedes venir tantas veces como necesites a pedir el consejo de nuestros ancestros, incluso sí yo no estoy. -Hubo un pequeño silencio- Déjame ayudarte a bajar.

Entonces Legolas contempló el hermoso valle que engarzaba aquél salón; y a lo lejos, sobre la altura rocosa del recinto, vio a Oropher el grande, Rey de los cien nombres, cuya fama y gloria era alta entre todos los Elfos de las tierras del sur. La gran pintura que adornaba el sepulcro de su abuelo a penas le hacía justicia, pues Oropher tenía la mirada feroz, el temple amoroso y el rostro hermoso. Así fue como el hijo de Thranduil caminó (más bien conducido por una sensación extraña) a lo largo de todo el salón y contempló las imágenes de sus ancestros (Muchos de ellos pertenecientes a la casa de Thingol) y de grandes guerreros que habían servido con honor al Reino del bosque. Entonces se encontró de pie ante la tumba de Oropher, Rey supremo en su tiempo y a la derecha de él estaba de pie Thranduil, observando la vieja pintura.

"-Padre... Por favor hazme saber que el temor que me asalta ahora no es presagio de ninguna desdicha...Y si es así, entonces dame la fuerza para ir a la guerra e impedirlo" -Pidió Thranduil-

-"Abuelo...Necesito de tu guía...Quiero volver a ver feliz a mi padre pero no sé cómo hacerlo. Todo el tiempo está malhumorado y no bebe otra cosa que no sea vino, casi no come y mucho menos duerme, ¿Qué debo hacer para aliviar sus penurias?" -Preguntó Legolas-

El bramar impaciente de Moose a las afueras del recinto los sacó de sus cavilaciones y poniéndose la mano en el corazón se retiraron.

-Padre... ¿Crees que sea posible que puedas enseñarme a usar una espada? -Preguntó Legolas con cierta duda en el interior. Y yo les voy a explicar por qué; ustedes estarán bien enterados de que cuanto antes aprendieras a defenderte cuando naces en un lugar tan turbulento y violento como es la tierra media, mejor para tu seguridad y la de tu familia. Pues déjenme decirles que este principio no aplicaba para Legolas. Desde la muerte de su madre, Thranduil se había vuelto especialmente receloso y protector de él. Cada cosa que comiera el niño tenía que ser aprobada por el Rey (Esto, claro sin que Legolas estuviera enterado), cada guardia que estuviera a su cuidado tenía que ser supervisado por Harad (No olvidemos que Harad no solo es consejero de la corona, sino un Elfo de alta estima para Thranduil, pues Harad fue quien se encargó de verlo a él cuando también era un niño y de guiarlo tras la muerte de su padre), cada salida que Legolas hacía a los jardines tenía horarios estrictos que debían ser cumplidos o de lo contrario, más de un guardia se llevaba una represalia. Ya me dirán ustedes como creen que era el tema de las armas y Legolas en una sola oración. Inimaginable.

El REY EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora