El ocaso por fin llegó, tiñendo el cielo de tonalidades rojo, naranja y dorado.
Aquella sensación cálida sobre su piel, el aroma dulzón de las hojas secas de otoño y la visión pacífica del horizonte, despertaron en Águila una dulce nostalgia por aquella pradera donde extendió sus alas por primera vez y voló a través de un cielo despejado, hacia un horizonte rubí semejante, y a lo lejos se oía el canto de las aves danzantes en el cielo infinito. Esa fue la primera vez que se unió a ellas con Halcón a su lado. Recordó la hierba bajo sus pies en una carrera que le robó el aliento y la sima de una colina, que puso a prueba su valor. Recordó la sensación de vértigo al dar el primer salto y el grito ahogado que se fundió con el de un águila que reclamaba el mismo cielo. Recordó el viento en su rostro y la euforia que la inundó. Rememoró los intentos de piruetas que hicieron, el tacto suave de las nubes entre sus dedos y los sustos que se dieron cuando perdieron el equilibrio y sus alas ardieron como parte de sus propios cuerpos. Aquel día no solo conquistó el cielo, conquistó sus sueños y miedos. Fue feliz.Perdida en la dulzura de sus memorias, no escuchó a María Luisa llamándola.
—¿Estas bien? Estuviste muy callada todo el día, ¿te duele algo?
—No, estoy bien. Solo me distraje un poco. —respondió sonriendo, con los ojos cerrados.
Continuaron el camino hasta su hogar, en silencio. Águila con el rostro ensombrecido, bajo la idea de una despedida que no terminaba de asimilar y ¿si aquellas últimas palabras que no escuchó eran en realidad una despedida?
Perdida en sus pensamientos no notó las miradas despectivas de las pocas damas de piel pálida cual porcelana que transitaban esas calles cercanas a su casa, ataviadas con largos vestidos de seda, popelina o encaje y tras de ellas una yanacona (sirviente) portando una canasta o su sombrilla, Veían a María Luisa de soslayo y apuraban el caso sin dirigirle la palabra, pero ella también las ignoraba.
Cuando arribaron a casa, el día casi llegaba su fin. Águila estaba agotada, pero sus pensamientos la atormentaban y no creía poder dormir.
—¿Me enseñaras a pelear ahora?—María Luisa la tomó del brazo, insistente, con aire infantil.
—¿No estas cansada? —preguntó divertida.
—¿Estas bromeando? Estoy llena de energía, podría derribar un árbol...pero si te sientes mal podemos hacerlo otro día, no tienes que...
—Me encantaría enseñarte —Ofreció una sonrisa —consigue un par de varas o espadas de entrenamiento y podremos empezar.
—¿En serio? ¡estupendo! No tardo nada. —exclamó sonriente y corrió al interior de casa—. ¡Puedes cambiarte si quieres! — le gritó desde la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.
Águila se sentó en la banca algo desvencijada del patio, cerró los ojos y recargó su cabeza en el muro cubierto por una enredadera. Escuchó a las últimas aves cantar y el murmullo del viento. Ya podían verse algunas estrellas y el cielo se tornaba de un azul intenso. Por un instante pudo verse a sí misma entrenando en esas mismas circunstancias, recordó las piruetas y los golpes que la hacían trastabillar. Recordó a Halcón y su sonrisa de oreja a oreja. Recordó su mirada intensa y su ligero toque de prepotencia.
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La leyenda de Águila y Halcón blanco - La invasión de la reina
خيال (فانتازيا)Cuenta la leyenda que ocultos entre nosotros existen dos guerreros alados, veloces, fuertes e invulnerables que protegen a la humanidad. Águila y Halcón blanco lucharán con todas sus fuerzas para salvar a la gente inocente de una ciudad estado, en...