Capitulo 10 La confesión del vino

214 87 168
                                    

Tras su penoso encuentro María Luisa no salió de su cuarto en toda la noche. Águila recorrió el pasillo que llevaba a su habitación muchas veces. Unas para ofrecer comida, para ofrecer compañía, para saber si estaba viva. Pero ella respondía con el mismo gruñido gutural y el sonido de sus tacones al caminar en círculos en su habitación. Ocasionalmente podía sentir ritmo en sus pasos, como si intentara bailar o quizás marchar. A veces el sonido de un objeto pequeño al caer acompasaba el tintineo de sus pasos y preocupaban a Águila que cansada de intentar sacarla le dijo que no se movería de su puerta hasta que saliera.

Tuvo que esperar hasta que la luna se divisaba a la izquierda del ventanal del pasillo y las estrellas que observaba cada noche desde su habitación brillaban con inusitado fulgor. María Luisa abrió la puerta y casi dejo caer a Águila que estaba sentada en el piso apoyada en el umbral de su puerta.

—No puedo creer que estés aquí, ¿no te hace frió? Anda, entra, iré por un café. —levantó nerviosamente a Águila y la metió en su habitación.

—¿Estas más calmada?

—¿Tú qué crees? —dijo señalando la habitación destrozada. —abrígate, regresaré en un momento.

A Águila le hizo gracia el tono preocupado de María Luisa, especialmente porque tras caminar en círculos por el pasillo y con la cintura envuelta por su capa la consumía un calor bochornoso.

Cuando María Luisa llego con dos tazas de porcelana humeantes, el aroma amargo del café se le antojo delicioso.

—No suelo hacer esto, es solo que... ¡me vuelve loca! ¿tu Halcón alguna vez intento controlarte de esa manera?

—Sabes que él solo se preocupa por ti.

—¿Tú también? —dijo agitando las manos. —Por favor tú no, eres lo más cercano que he tenido a una hermana y no quisiera echarte de la casa.

—Vaya que eres delicada. —le respondió Águila con una risa —Pero admiro tu valor, y realmente me impresionaste allá abajo.

—Estuve grandiosa ¿no lo crees? —se levantó con un saltito de la cama e hizo ademan de dar un golpe. —Ni siquiera me vio venir.

—Lo hiciste muy bien, pero no te confíes, no siempre será tan fácil. Él volverá.

—Qué lo haga, no cambiaré de opinión. La generala tiene que volver en algún momento y cuando lo haga me uniré a las fuerzas. —dijo con un par de puños al aire.

—De acuerdo, pero aún te falta mucho, y tienes que obedecer. —dijo Águila deteniendo su puño en el aire.

—Cómo digas. —dijo Maria Luisa poniendo sus ojos en blanco con una sonrisa —Deberías entrenar a más mujeres, podríamos formar algún tipo de fuerza especial de Valquirias. —dijo lanzando golpes a un enemigo invisible.

—Ya veremos, primero tengo que hablar con tu madre. Por lo pronto debes ordenar tu cuarto e ir a dormir.

—¿Por qué hablas como si fueras una anciana? No puedes ser mucho mayor que yo.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Águila con una sonrisa sarcástica haciendo un brindis con su taza de café.

—Diecinueve. —dijo orgullosa con las manos en las caderas y una amplia sonrisa. —¿y tú?

Águila no podía terminar de dar crédito a sus palabras, siendo tan sonriente, pequeña y delgada no creía que tuviera más diecisiete.

—Como veintitrés. —dijo antes de beber un largo sorbo de café.

—Te lo dije. —se sentó al borde de la cama a su lado —oh necesito un trago. —se levantó nuevamente y tomó una botella de vino tinto del ropero desordenado en su habitación y sirvió dos copas. —Marco lo entenderá, tarde o temprano. Cómo sea ya lo conociste, ¿Qué te parece?

La leyenda de Águila y Halcón blanco  -  La invasión de la reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora