Capítulo 15 Casiopea

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Cuando los Relámpagos cesaron y les sobrevino la calma, Halcón supo que era hora de dejarla ir. Se levantaron y ella lo abrazó con esa fuerza e insistencia de niña que adoraba. Acarició su cabello mojado ligeramente ondulado y la estrecho en sus brazos con fuerza, atesorando esa sensación de calma y paz única que sentía cuando abrazaba a Águila.

Parte de él aún tenía miedo de tocarla, miedo de herirla. En sus oídos aún resonaban sus gritos cuando la reina le quebró sus alas y él no pudo hacer nada. La conocía lo suficiente para saber que lo olvidaría, como suele hacer con todo lo que en verdad la lastima, pero él jamás lo haría, y parte de él se culpó por no haberla protegido.

La vio partir bajo la llovizna, la escucho alejarse y le sobrevino una sensación de abandono, culpa, y miedo. ¿En que se estaba convirtiendo?

Atravesó el bosque, que lucía demasiado sombrío esa noche. Continuó su camino acercándose al campamento de los guardianes, consciente de que alguien lo observaba. Tras entrar al campamento caminó lentamente a su tienda y esperó en la entrada.

—¿Cuánto tiempo planeas quedarte ahí? —preguntó Halcón con voz cortante.

Aguardo en silencio hasta que escuchó unos pasos acercarse y una voz femenina le contestó.

—¿Dónde fuiste a esta hora?

—Salí a caminar... ¿Qué haces despierta a esta hora, Casiopea? —respondió secamente antes de voltear a verla.

—No podía dormir, fuiste a verla ¿no es así? —cuestionó con esa voz dulce y seductora que él nunca podía terminar de descifrar.

—¿De qué hablas? —respondió enarcando una ceja, intentando ocultar su desconcierto.

—La humana... Sé tú historia.

Halcón estrechó sus ojos para verla, y se esforzó por mantener un semblante calmado. "¿Qué tanto sabia? ¿conocía su identidad? ¿Águila estaba en peligro?" estos pensamientos lo atormentaron, Quizás ya estaba muerto.

—Camina conmigo, soldado. —ordenó Casiopea calmadamente.

Casiopea emprendió una caminata lenta a través del bosque y Halcón la siguió en silencio. Permanecieron así por varios minutos mientras ella caminaba frente a él con el garbo y soltura característica de su raza, era casi como si flotara. Ella lo guió a través de la espesura y  oscuridad del bosque a la sima de un acantilado. Una vez allí volteó a verlo y lo interrogó.

—¿No piensas decir nada? cuestionó viéndolo con esos intensos ojos color esmeralda.

—¿Hace cuánto lo sabes?

—Hace mucho. —Casiopea soltó fríamente—, ¿planeabas decírmelo en algún momento?

Halcón guardo silencio, sintió una gota de sudor frió recorriendo su sien, y esperó que se confundiera con las gotas de lluvia que aún corrían por su cabello.

—Si no dirás nada, hablaré yo. —Casiopea rompió finalmente el silencio, hastiada—. Todos cometemos errores.

Halcón la miró a los ojos confundido, y guardo silencio.

—No temas, no te juzgaré. Yo misma me enamoré de un humano una vez. —susurró Casiopea con una ligera sonrisa coqueta en sus labios y amargura en su voz—, su nombre era Ronan... era un hombre... muy noble.

—¿Era?

—Murió... Trató de impedir un incendio. —explicó mirando el cielo un atisbo de nostalgia en su mirada—. Los humanos pueden ser crueles y egoístas. Su vida es tan frágil y a penas dura un suspiro. No merece la pena que arriesgues tu vida por ellos.

La leyenda de Águila y Halcón blanco  -  La invasión de la reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora