XX

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No sabía que hora era, solo escuchaba el sonido del reloj de bolsillo que tenía atrapado entre mis dedos llenando él silencio.

El Conde me había dejado una vez consiguió que estuviera más tranquilo y me dijo que descansara.

No conseguía descansar, por dentro seguía repitiendo una y otra vez el grito de Eric, el como intentó reanimarla desesperado y como yo solo podía pensar en que estaba muerta.

El sonido de la puerta abriéndose me pilló por sorpresa haciendo que me incorporara.

–Estás despierto –Comentó Eric tras cerrar la puerta una vez entró.

Pero no se acercó a mi, se quedó con la espalda pegada a la puerta.

–Abril? –Pregunté notando mi voz mal.

Medio sentía que no era mía... otra vez.

–Está mejor, duerme desde hace un rato vigilada por Dalia –Explicó quedándose mirando al suelo.

Estaba viva...

Solo necesitando saber eso me volví a tumbar de lado dándole la espalda y abriendo el reloj de bolsillo.

Dentro de poco llegarían todos, era la hora prácticamente.

Sentir a Eric tumbarse a mi lado abrazándome por la espalda me hizo retener la respiración sintiendo que me ahogaba.

–No! Por la espalda no! –Salté girándome para darle la cara.

Pero en cuanto me giré me abrazó con fuerza.

Su corazón latía algo nervioso.

–Tuviste miedo? –Pregunté soltando el reloj solo por apoyar esa mano en su pecho.

–Claro que lo tuve –Afirmó apretándome un poco más.

Desde la noche que él me abrazó por el frente sentía que era el único que conseguía abrazarme sin que se me parara la respiración.

No me ahogaba.

–Me asusta mucho la muerte –Susurró notándose que hasta le costaba decirlo.

Él también tenía miedo de algo, aunque supongo que es normal, el Conde dijo que es normal, todos tenemos miedo de algo.

–Pero cuando muera el cuerpo en el que estás atrapado podrás irte –Respondí sin entender su miedo.

Siempre creí que era precisamente lo que buscaba.

–Pero aún así tendré que pasar por la muerte, la sentiré –Contestó teniendo un escalofrío y temblando ligeramente por ello.

Su corazón se había alterado más.

–Y te irás? –Pregunté consiguiendo que aflojara en su agarre.

No se por qué solo decirlo me hizo sentir mal.

Tal vez se iría para siempre...

–Quieres que me vaya cuando muera? –Dudó mirándome directamente a los ojos.

–No –Respondí sin necesidad ni de pensarlo.

Mi pecho dolía, eran un nudo horrible.

–Entonces no lo haré –Concluyó apaciguando el dolor de mi pecho.

Al ser capaz de dejar de sentir el nudo en mi pecho me di cuenta de lo cerca que estaban nuestros rostros.

Demasiado cerca.

Y Eric acortó más la separación hasta quedarnos como en la biblioteca... pero sin ningún dedo entre nuestros labios.

Pero aún así no nos tocabamos.

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