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Veinticuatro años atrás.

La reina de los licántropos estaba alumbrando a su tercer hijo, entre muchos dolores.

...-Empuje alteza... el bebé ya está aquí-dijo la partera de la manada.

-Tranquila, mi amor todo saldrá bien-Kong la miró al ver que su esposa le cogía la mano y se la apretaba muy fuerte, mientras lo miraba con ojos suplicantes.

Kanda había llevado un embarazo muy difícil, al contrario que los de sus otros dos hijos y todos habían visto lo mucho que había bajado de peso y lo débil que estaba.

Además en las últimas semanas apenas se había levantado del lecho y solo había querido ingerir la sangre de los conejos, ratas y otros roedores que habían cazado.

Tras muchos esfuerzos, esta logro alumbrar a su bebé, el cual a diferencia de sus otros hijos, los cuales habían sido grandes, fuertes u de piel morena, este era pequeño, delicado y de piel blanquecina.

Kong lo cogió en su regazo y lo acunó, mientras que Kanda descansó por el gran esfuerzo.

-Bienvenido al mundo, mi hermoso Saint-dijo orgulloso.

Unos días después, en un momento que el pequeño comenzó a llorar, el rey se acercó a la cuna pero éste lo vio muy diferente, además de que tenía sus encías abultadas, donde ya le asomaban dos dientes.

-Qué extraño pero si es muy pronto-dijo este abriéndole la boca.

-Seguro tiene hambre, mi señor-dijo la partera cogiéndolo de la cuna y poniéndoselo a su exhausta madre en el pecho.

Kanda pasaba mucho dolor amamantando al pequeño pero no decía nada, aunque no pudo ocultarlo por mucho tiempo pues una semana después estaba tan delgada y débil que apenas podía tenerse en pie.

Cada día que pasaba, el bebé estaba más cambiado y cuando le salieron los dientes tras tres semanas, el rey comprobó que no eran como los suyos.

-¿Qué demonios es esto?, ¿Por qué mi hijo es diferente?-se preguntaba.

Una tarde, la partera lo llamó alarmada pues al pequeño le habían salido dos largos colmillos y tenía los ojos rojos.

Pero eso no fue lo peor pues poco después, cuando Kanda lo sujetaba en su hombro para que soltade los gases como siempre hacía, este la mordió en el cuello dejándola a las puertas de la muerte.

-Perdóname Kong, perdóname.... yo no quería engañarte-alcanzó a decir la reina antes de morir.

-¿Qué debe perdonarte?, ¡Kanda!, ¡Kanda!...

El cadáver de la reina fue examinado en secreto por un laboratorio humano de la superficie, donde el rey lo llevó antes de hacerle un funeral.

Allí comprobaron que tenía los pechos en carne viva por las mordidas del bebé y además sus órganos internos estaban totalmente secos al igual que sus venas.

Kong se quedó destrozado pero no se lo dijo a nadie, pagó muy bien a los humanos que le hicieron la autopsia a su reina, luego cogió al pequeño bebé y le arrancó los colmillos.

Poco después, la partera le entregó una carta que encontró entre las cosas de la reina y en la que ponía «Para mi amado esposo».

El Rey la leyó y en ella Kanda le contaba como en uno de sus viajes, ella salió a pasear como muchas veces hacía pero entonces se le hizo de noche.

Esta se topó con un viajero con el que charló pues se sentía sola y a pesar de que había sabido que no era un licántropo, ella se había sentido atraída por su belleza y personalidad arrebatadora.

Cada noche se encontraron pues creyó sentir amor por él y sucumbir finalmente a sus encantos.

Solo fue una vez pues al terminar, de repente este la atacó y le confesó que era un vampiro y que la había engañado.

La reina de los licántropos ni se había percatado pero furiosa consiguió zafarse y logró matarlo transformase y arrancandole la cabeza.

Decidió quedarse callada pues para cuando el rey regresó de su viaje, ella ya estaba embarazada e hicieron el amor como siempre, confiando en que el bebé sería licántropo en su totalidad.

Al terminar de leer la carta, Kong furioso le provocó matar al bebé, así que cogió su espada y se acercó a la cuna donde este dormía plácidamente pero cuando olió al rey, este abrió sus hermosos y lo miró fijamente sonriendo.

El rey no pudo hacerlo, no pudo matar a un ser tan hermoso y tierno, entonces tiró su espada al suelo pues aparte de que él no era un asesino de niños, la criatura llevaba la sangre licántropa de su esposa y de sus hijos.

Este le perdonó la vida, luego quemó la carta y jamás dijo nada a nadie aunque nunca lo olvidó.

Con el paso tiempo, quiso a Saint tanto como a sus otros dos hijos pues este aprendió a alimentarse solo con la comida como todos y a comportarse como uno más, aunque fuese diferente.

Este no era fuerte, ni fiero y mucho menos partidario de la lucha como lo eran sus hermanos y a pesar de que prefería pasarse el tiempo entre los libros que rescataba en las cloacas, Saint se ganó un lugar especial como el hermoso príncipe del reino de los licántropos.

Este no era fuerte, ni fiero y mucho menos partidario de la lucha como lo eran sus hermanos y a pesar de que prefería pasarse el tiempo entre los libros que rescataba en las cloacas, Saint se ganó un lugar especial como el hermoso príncipe del rei...

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11. Vampiros -Zaintsee -TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora