𝙳𝚘𝚖𝚒𝚗𝚊𝚗𝚝.

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Harder, I love that.

🔞

—Cállate

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—Cállate.

Susurró el alado rubio, quien jaló sutilmente de su negra cabellera hacia atrás, mientras que con la otra mano, insertaba un par de dedos en su boca, distorsionando los gemido de la chica que se encontraba apoyada en aquel escritorio.

—Eres un idiota.

Se quejó la menor, sabiendo lo que estaba por venir, lo sabía muy bien, y le encantaba, le fascinaba la idea de aquello.

Slap!

Una mano de Keigo fue a parar en el trasero de la felina, la misma gimió placentera al sentir el golpe en aquella zona.

Sonrió.

—Veo que te gusta, ¿no?—sus ojos dorados se conectaron con los de su menor, quien daba una bonita y excitante vista de espaldas, con el pecho en aquel escritorio, sosteniéndose del mismo, el cual estaba rasguñado en varios ángulos, lleno de sudor y plumas color borgoña.
Takami observó cómo sus manos estaban quietas, sobre la madera de roble una a cada lado de ella, era como si pidieran indicaciones. No se resistió a pedirle lo siguiente.

—Tráelas.

Hizo un ademán refiriéndose a las mismas, después de mucho tiempo, no desaprovecharía la oportunidad de poder mandar a su antojo a la felina heroína, la cual tenía el mismo sentido del humor que él, y es por eso que chocaban mucho cuando se hacían bromas pesadas el uno al otro, o en los comentarios que lanzaban.
Relamió sus labios con lujuria, volviendo a verla hacia aquellos soles que tenía por pupilas, sintiendo un escalofrío al darse cuenta que lo miraban fijamente.

Él se creía el único especial con aquellos ojos ámbar, pero el día que se topó con esta mujer, sus preciosas orbes doradas lo cautivaron la instante.

Hanabi negó, le gustaba hacerlo perder la paciencia, y al igual que el rubio, era su primera vez juntos en el sexo, así que se estaban explorando, no habían tenido intimidad entre ellos antes.
Sin embargo, Takami sabía de fetiches.

—No...

Balbuceó con sorna, enrollando la negruzca cola por las piernas del rubio cenizo. Keigo alzó una ceja, poniendo un semblante serio, sabiendo cómo su compañera de trabajo lo desafiaba a propósito. Sabía lo que quería, sabía lo que debía hacer con ella.
Y eso le excitaba.

—Trae tus manos.

Habló demandante, con un tono de voz tan firme, seco, serio y ronco, era una orden directa. Recibió otra negación como respuesta, provocando en él un sentimiento de satisfacción.
No iba a dejar que le respondieran de esa manera, oh no, no lo permitiría.
No dejaría que se burle de él cuando Hanabi estaba tan sumisa.

𝐊𝐞𝐢𝐠𝐨 𝐓𝐚𝐤𝐚𝐦𝐢→𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora