𝙵𝚒𝚛𝚜𝚝 𝚍𝚊𝚝𝚎.

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-My heart is beatting so fast.

¿Porqué estaba tan nervioso?

No era la primera chica con la que había quedado en una cena, bueno, tampoco es que que fuera un Don Juan y haya tenido miles de citas en su corta vida. Pero sentía que en cualquier momento, su alma abandonaría su pecho a propósito y su cuerpo quedaría desparramado como una gelatina en el piso.

Acomodó las sillas a la perfección, el mantel sin ninguna arruga, los platos alineados y simétricamente puestos junto a las copas, cubiertos y servilletas. Incluso el centro de mesa tenía dos plumas de él a modo vistoso. Si no utilizaba sus alas en forma de seducción. ¿Realmente era Keigo?

Se alejó un par de pasos para ver el ambiente, admirando las pequeñas luces color amarillas que colgaban en la pared, las velas a los alrededores del mismo color que sus alas, desprendían un aroma agradable.

-Perfecto.

Sonrió satisfecho, viéndose por millonésima vez en el espejo. Se había cambiado de ropa casi tres veces, se había peinado hasta decir basta, incluso se bañó cinco veces en la mañana, o mejor dicho, se sentaba en la bañera y hablaba consigo mismo sobre la cita de hoy.

Su rostro mostró disgusto cuando notó sus alas.

-Qué desastre. -se quejó viéndolas. -Eso no seduce en nada.

Las plumas estaban despeinadas, aunque para cualquiera, las vería completamente bien, Keigo se horrorizó con las mismas, acomodando cada una con paciencia. Miró el reloj de la pared, y ya habían pasado dos minutos desde la hora acordada.

¿Si no viene?¿Acaso no le gusto?

Todo su trabajo en las plumas fueron en vano, ya que empezó a dar vueltas en círculos mientras se arrancaba algunas por la ansiedad y desesperación de apenas dos minutos pasados.
Hanabi le gustaba, y le gustaba demasiado a decir verdad.
Se había vuelto completamente loco por ella cuando cruzaron miradas. Sintiéndose un pichón indefenso en su sonrisa, en su voz y su figura.

No era una heroína como tal, trabajaba en una veterinaria cercana, por la cual había pasado millones de veces, pero nunca la había visto ni por asomo.

Dejó sus alas borgoña cuando el timbre sonó, era ella obviamente. No esperaba a nadie más a esa misma hora, aunque tres minutos tarde ya.
Tragó grueso y respiró con profundidad, caminando hacia la puerta, mientras mostraba una de sus tantas sonrisas confiadas, carismáticas y serenas como ella lo conoció, como todo el mundo lo conocía.

-Perdón por los minutos de tardanza, Keigo. -sonrió la azabache con vergüenza, acomodando un mechoncito de cabello tras su oreja.

-Ni te preocupes preciosa. Son... Tres minutos tarde. -carraspeó dejándola pasar a su hogar.

Ella rió por lo bajo, notando el cambio de ambiente cuando cruzó la entrada, deleitándose con el olor de frutos rojos que emanaban aquellas velas rojizas, las cuales fueron puestas estratégicamente en cada punto de la casa.

-Demoré por la cantidad de gente que había en la tienda, lo lamento. -se giró hacia él cuando escuchó la puerta cerrarse, dejando ver una pequeña caja de cartón color blanca, la cual era adornada por un listón naranja. -¡Ta-da!

Los dientes de la chica relucieron en la sonrisa que le regaló a Takami, quien internamente gritaba y se sentía como un gorrión enamorado al verla.
Sus brazitos extendidos hacia él con el objeto en manos, lo dejaron con duda.

𝐊𝐞𝐢𝐠𝐨 𝐓𝐚𝐤𝐚𝐦𝐢→𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora