Parte 14

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—¡¡¿Quién es él?!!-señaló con la mano que no sostenía a su pequeño. Su mirada se tornó furiosa como la última vez.

—Vete-susurró, Sasuke, haciéndole espacio por la puerta.

Muchas cosas habían cambiado en un año y medio. Su relación estaba prácticamente destruida.

El pelirrojo se quedó observando a uno de los tantos amantes de un solo día irse por la puerta de su hogar. El hogar donde trataba de criar a su hijo.

Otro rubio-pensó.

Entró a su casa viendo como su ahora esposo se sentaba sobre el sofá y tomaba el control remoto para encender la televisión. Solo vestía unos pantalones ligeros con el pecho descubierto y el cabello desarreglado.

No se había casado hace un año para vivir ese sufrimiento. Ver como su esposo le engañaba con un rubio de preferencia con ojos azules, todos los días de la maldita semana.

¿Por qué no le dejas?

Recordó la pregunta de su hermana. La respuesta era simple. Gaara lo hacía por el bien de su hijo.

Quiero que Ryunosuke tenga un padre.

Ese fue su contestación antes de enterarse de ciertas malas circunstancias.

Ignoró la presencia del moreno y subió las escaleras hasta la recamara que compartían juntos. Su bebé dormía plácidamente en sus brazos. Cuando ingresó, lo separó con cuidado de su pecho y lo acomodó en la cuna del lado de la cama matrimonial, tapándolo con una ligera manta color azul. El pequeño pelinegro solo se removió un poco y siguió durmiendo con el chupón rojo en sus labios.

Se recostó en su cama mirando el techo por bastante tiempo hasta quedar dormido. Pasaron cuatro horas solamente cuando sintió convulsiones. Se levantó de golpe de la cama y entró directo al baño que estaba ahí mismo, en la habitación.

Apoyó sus manos a cada extremo de la pileta y comenzó a vomitar grandes cantidades de sangre. Cuando acabó, limpió todo con agua y desinfectante.

Se miró unos instantes al espejo. Pensar en lo que le deparaba en poco tiempo, era un verdadero infierno.

—¿Cuánto me queda doctor?

Se mantuvo un tenso silencio que Gaara no podía soportar.

—Por favor... sea franco conmigo.

—Cinco meses, lo lamento mucho.

Golpeó el espejo con una de sus manos, tirándose al suelo y rompiendo en llanto. Sasuke no estaba en esos instantes, lo sabía. El azabache siempre salía a un bar o con uno de sus "Ligues de una noche".

Su esposo había perdido el camino hace mucho tiempo. Nadie sabía de su estado y prefería mantenerlo en secreto hasta el momento de su muerte, pero había un problema. Gaara no quería que su hijo fuera criado por el Uchiha, aunque fuese el padre, no estaba seguro en que recibiría una crianza correcta.

Un hombre de bien. Solo quería que su pequeño creciera amando a todos. Se puso de pie tratando de tranquilizarse, salió del baño casi a rastras y se sentó sobre la cama.

Su mirada se centró en una fotografía que fue tomada el día de su graduación, ubicada en la mesita de luz.

Tenía que saberlo a como diera lugar.

OOoOO

—¿Naruto, dices? No, la verdad, no sé dónde pueda estar.

—Pero, Shikamaru, ustedes son muy amigos.

El camino de lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora