Capítulo 10

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Sentí un ligero cosquilleo en mi brazo, no podía moverme para revisarme, pues estaba pegada completamente en mi cama, no podía abrir mis ojos, pero empecé a visualizar una escena, dónde me encontraba en mi antiguo lugar de trabajo, luego, un sonido agudo llenó mis oidos. Habían apagado mis sentidos.

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— Muévete dulzura, si no quieres que entierre mi tacón de aguja en esa cara de niña tonta —

Aparté a una novata de enfrente y seguí con mi caminó hacia la oficina de "mi jefe". Estaba tan enojada que realmente le enteraría a alguien sea quien fuese mis dos zapatos.
Llegué a la oficina y giré la perilla. Cerrado, giré los ojos y rápidamente busqué en el marco de la puerta. ¡Bingo! Seguía ahí la llave de respuesto que ese tonto había guardado. Introduje la llave y abrí, encontrándome con unas bubis operadas siendo restregadas en el escritorio y un tipo desagradable encima de ella.

— ¡Sal de aquí, silicona! !Ya! —

La pelirroja se levantó y me enseñó el dedo de en medio, mientras gemía como loca.
Mi paciencia se agotó y noté que su bolso se encontraba tirado, lo cogí con una mano y con la otra saqué la navaja que traía entre mi pecho, apuntando la y rasgando a lo largo del accesorio.

— ¿Que diablos te pasa, idiota? —

La chica empujó con todas sus fuerzas a mi jefe y corrió hacia donde yo estaba. Le apunté con mi pequeña y lancé lejos su pertenencia.

— Lárgate de aquí si no quieres que la próxima cosa que rasgue sea tu rostro operado—

La tipa se tornó pálida y como flash se vistió, tomó su bolso y corrió hacia afuera, dejandonos solos.

— Jajaja no creí que te hicieras tan amiga de de la navaja que te regalé en tu primer cumpleaños dentro. Cada día me impresionas más. —

Joss subió la cremallera de sus pantalones y aplaudió un par de veces.

— ¿Pero que carajos te pasa? ¿Esa maldita cabeza tuya está funcionando bien? —

Estaba muy enojada con el que sin darme cuanta le estaba apuntando con la navaja.

— ¿Por qué le dijiste a esas estúpidas que divulgaran enfermedades ficticias de mi? ¿Sabes cuantos clientes estoy perdiendo por tu culpa? ¡¿Lo sabes?! —

Joss terminó de abotonar su camisa y se sentó en su gran silla. Rió al escuchar mis reclamos y entrelazó ambas manos frente a el.

— A ver, a ver, cálmate y modera el tono con el que me estás hablando. Te permito muchas cosas pero no que me levantes la voz.—

Traté de calmarme y apreté mis puños. Fruncí el seño y recargue ambas manos en su escritorio.

— Soy la que más aporta en este maldito prostíbulo de mierda ¿Por qué demonios hiciste eso? ¿Estás loco? —

Joss me miró fijamente y sin pestañar, luego se recargó en el respaldo de su silla y jugueteó con sus pulgares.

— Ya no voy a necesitarte aquí, Baifern —

Mis gestos de confusión salieron a relucir y lo miré esperando más información.

— Lo que quiero decirte es, que eres libre de hacer lo que te venga en gana... Pero fuera de mi alcance. Estás despedida.—

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