ℋℯ𝓇𝓂𝒶𝓃𝒶 𝒹ℯ 𝒥𝒶𝓏ℯ » ᴄᴀᴄʜᴀ

28

Narra Candela.

Temí abrir mis ojos.

No quería saber dónde estaba, no quería saber como estaba, lo único que quería era pensar que todo lo que pasó fue simplemente una horrible pesadilla, que nada fue real y que mi mente jugaba con mis sentimientos en estos momentos, pero el piar de los pajaritos, el ruido de los autos, el sonido del viento chocando contra la ventana se dejaba escuchar haciéndome pensar que, al menos, estaba viva, pero mi problema era como verme al espejo. Cómo levantarme y no sentir mi cuerpo sucio, pesado, destruido... tampoco sabría como fingir todo lo que me pasaba, pero la reacción de la gente si supiera que Sebastián me... -- suspiré y, el mismo pensarlo ya me hacía mal --. Me daba terror. No podía imaginarme otra cosa que las reacciones de Edu, Lid, Jaze... tampoco sé como ellos me verían luego de que se lo confesase.

¿Y si se iban? ¿Y si me dejan? ¿Y si les doy asco a todos?

Temía porque eso sucediera, así que la mentira parecía ser mi única solución en éstos momentos.

--Ah, ya amanecíste linda --. Escuchó una voz que pude reconocer fácilmente.

Mi cuerpo se tensó, y me aferré a las sábanas que me cubrían, me tapé con ellas y al sentir su peso en una parte de la cama me corrí lo más lejos posibles de él, pero sin abrir los ojos.
El miedo me tenía paralizada, y una parte de mi quería pensar que en realidad estaba en mi cuerto, mi cama y que esa voz era Juan; pero mientras más me despertaba me daba cuenta que seguía en la casa de Sebas, en su cama, desnuda...

--Ya, abre los ojos. No te voy a hacer d... -- Dijo dejando algo sobre la mesada y pasando su dedo índice por mi mentón.

Corrí mi rostro y cerré más fuerte mis ojos.
Luego de lo de anoche, sentía miedo de él, sentía asco al verlo, odio, sentía que cuanto más lejos de mí, mejor.
Su toque en mi mentón se sentía ardiente, asqueroso, sucio. Todo mi cuerpo se sentía así de sucio y vulnerable.

--Te traje el desayuno linda --. Me habló como si nada.

--No me llames así --. Le dije con firmeza.

--¿Por qué? Si lo eres --. Dijo acercándose a mí, pero antes de que pudiera hacer algo abrí mis ojos y sin pensarlo le escupí en la cara.

Su expresión cambió rápidamente a disgusto, y con la yema de sus dedos se limpió mi saliva que le había quedado en la cara.

Mientras él se fue a lavar la cara, yo, me cambié lo más rápido que pude para poder irme de allí lo más rápido.

Al cambiarme me levanté, tomé mi mochila y caminé hacia la entrada, pero antes de que pueda salir sentí como Sebastián tomaba mi muñeca y me giró para que no me vaya.

--¿Qué mierda quieres? -- Le pregunté enojada.

--Te preparé el desayuno, y tú ya... -- no pudo terminar su frase porque le tiré la taza de té, que sostenía con la otra mano, encima de su cuerpo --. ¡Ay! ¡Hija de puta! Esto quema --. Se quejó.

--No me importa una mierda si te quema o no, yo me voy y no quiero verte nunca más ¿si? -- Le espeté.

Él no dijo nada y solo me miró con una sonrisa malévola y egocéntrica.

--Como digas prince... -- No lo dejé terminar de hablar porque le dí un cachetazo para borrarle esa sonrisa horrible que tenía.

--Y nunca más me llames así --. Le dije y salí de aquel lugar.

Al sentir el viento en mi cara, al sentir el cemento de la calle en mis pies, dejé caer todos los recuerdos de ayer provocando que las lágrimas corrieran fácilmente por mis mejillas.