Al fin

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El alcohol ya había hecho efecto en mi sistema.

La música retumbaba en esa casa detestada de adolescentes.

Lo único que sabía era que mi prima me había raptado de mi casa y me pidió que la acompañara a una “reunión”.

Bailé. Bailé, bailé y bailé la mayor parte de la noche. Me estaba divirtiendo, y eso era raro, ya que nunca me gustaron las fiestas. Pero por una extraña razón, que quiero creer que fue el licor, esa noche me entretenía como nunca.

Pero obviamente, no iba a terminar nada bien.

No pude evitar salir corriendo al jardín y acercarme a un arbusto para devolver lo que contenía el recuerdo de una noche única.

Podía escuchar los gritos de diversión de los adolescentes, pero yo ya había tenido suficiente por ese día.

Así que me dispuse a encontrar a mi prima, que desapareció en algún momento de la noche. Pero fue una total pérdida de tiempo, ya que no la veía por ningún lugar, aunque pude aprovechar para lavarme los dientes en uno de los baños de la casa.

Todo me daba vueltas y sentía que mis piernas flaqueaban.

Me senté en uno de los bancos y esperé lo mejor.

Sentí una mano en mi hombro y escuché un suave susurro: < ¿Te encuentras bien? > Me preguntó una voz que se me hacía conocida.

Levanté la cabeza, y no pude creer lo que mis ojos veían.

Eras tú.

–Si después de devolver y estar media hora buscando a tu prima desaparecida se puede considerar “Bien”, entonces sí, estoy bien.

En ese momento tu risa celestial me hipnotizó.

– ¿No tienes quién te lleve? –preguntaste entonces.

No pude hacer más que negar mi cabeza.

–Si quieres, te puedo llevar, ya me iba de todos modos.

Lo admito, estaba sudando por dentro. Estaba desesperada para responderte “¡Sí! ¡Por favor!”, pero en vez de eso me limité a contestarte con un simple:

–Gracias.

Así que me ayudaste a ir hacia tu auto.

Te di mi dirección y condujiste hasta mi casa.

El viaje fue algo incómodo, pero tú no dejabas que eso te intimidara, ya que sacabas tema siempre que podías.

Cuando al fin llegamos, recuerdo que tuviste que poner tu mano en mi cintura para que no me cayera al salir por la puerta del auto. Fue el suave toque de tus dedos lo que hizo despertar algo en mí.

Me acompañaste hasta la puerta y esperaste a que la abriera.

–Gracias, en serio. No sé qué hubiera hecho si tú no estabas ahí.

Sonreíste.- No hay de qué.

Te acercaste a mí y besaste mi mejilla, para luego darte la vuelta y volver a tu vehículo.

No sabes lo difícil que resultó no ponerme a saltar en ese momento, así que tan rápido como pude entré a la casa y festejé.

Por eso me dejaste caer, ahora rescátame.

RescátameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora