¿Y los arreglos?

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Por dos semanas tus llamadas llenaron el buzón de entrada de mi celular. Por dos semanas tus visitas no dejaban de insistir.

Por dos semanas, fue un delirio persistente.

Podía escuchar tus gritos en la puerta de mi casa, tus súplicas y tus golpes. Traté de que no me importara, total, a ti tampoco te importó romperme el corazón.

Pero ya nada era lo mismo, yo no era la misma.

Cada vez se hacía más difícil poder abrirme con las personas, fue como si una parte de mí se hubiera marchado contigo.

No dudo de mi conocimiento, por eso sé que algo se había roto en mí. O tal vez yo era la que estaba rota.

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