Guía de amor

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Una noche de septiembre te colaste por mi ventana. Fuiste sigiloso, lo admito. Caminaste agachado por mi habitación, tratando de que nadie del vecindario pudiera verte.

Probaste suerte.

Te acercaste a mí y me besaste suavemente en los labios. Me despertaste y me dijiste que tenías una sorpresa. Me esperaste pacientemente en mi cama mientras me cambiaba en el baño.

Me tomaste de la mano, y juntos saltamos por ese gran hueco.

Luego me vendaste los ojos, y me dijiste que me dejara guiar por ti.

Me confié de ti, entonces.

Podía sentir la leve brisa golpear mi cara. Para ese momento ya era primavera, y el calor asomaba cada vez más. Tu mano no soltó la mía en ningún momento.

Caminamos por un rato largo, pero mis piernas estaban más energéticas que nunca. Escuchaba los autos pasar a lo lejos, y a las copas de los árboles moverse en un compás suave. Iba a preguntarte cuánto faltaba, pero te detuviste en ese momento.

Me sacaste el pañuelo de los ojos y diste un paso hacia atrás.

Me habías llevado a un pequeño campo, lleno de pasto fresco y margaritas. Sobre el piso pusiste una manta, en la que descansaban una botella de jugo y un papel doblado. Respondo a tu duda de esa noche; sí, me sorprendiste. Me acerqué a ti y te abracé.

Nos recostamos en el piso, mirando hacia el cielo azul oscuro y su luna. Las estrellas brillaban como nunca había visto, titilando. Recuerdo haber pensado que era hermoso. Cerré mis ojos y disfruté del momento, con tu mano ahora sosteniendo la mía. Estaba segura de que jamás olvidaría esos instantes de tranquilidad a tu lado. Sentí como te removiste y luego tu voz se escuchó en ese lugar vacío.

– “La verdad es tan poderosa como un animal salvaje e, igual que éste, no puede permanecer enjaulada” –dijiste, leyendo el papel que anteriormente estaba doblado. – Del manifiesto de la facción de Verdad.

Te miré a los ojos. – ¿Qué me quieres decir con esto?

–Quiero decir, –te acercaste a mí, con tu rostro a centímetros del mío– que no te he dicho la verdad todavía y es hora de poner la llave en la jaula.

–  ¿Y cuál es la verdad?- te pregunté entonces.

–La verdad, es que te amo.

Por eso me dejaste caer, ahora rescátame.

RescátameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora