Definitivamente estaba perdida.
Las lágrimas caían por mis mejillas sin mi consentimiento.
La gente hablaba, pero mis oídos no lo soportaban, no soportaban ningún ruido.
Caminé sin rumbo alguno por las cuadras oscuras. El viento me relajaba mientras me dejaba llevar y sólo cuando mis piernas empezaron a fallar me detuve en una cafetería.
Me senté en un sillón, arropándome a mí misma con mis brazos alrededor de mi cuerpo.
La camarera me atendió, y al verme me preguntó si estaba bien. Juro que en ese momento sentí que era a la única persona que le importaba cómo me sentía.
Y es que al tanto tomaba mi café me di cuenta de que todo era un mentira. Me di cuenta que nada era lo que sabía. Porque siempre pensé que sólo éramos tú y yo, pero la cruda verdad llegó como un cohete que viene tan rápido que ni la gravedad podría detenerlo. Entonces, no éramos sólo tú y yo. Éramos tú y yo junto al mundo.
Pero mientras me retiraba de ese pequeño lugar y continuaba mi viaje a quién sabe dónde mi celular no dejaba de vibrar.
Eras tú, llamándome, pero necesitaba calmarme antes de contestarte.
Y cuando finalmente me creí lo suficientemente capaz, atendí el maldito teléfono.
— ¿Dónde estás? —me dijiste preocupado. Podía escuchar tu respiración agitada.
Supe que tenía que tomar una decisión. Quería que me lo dijeras. Quería escucharlo de tus labios aunque sabía que era sólo un capricho más, sabía que no tendrías las agallas de hacerlo. Así que te dije la dirección y te esperé.
Para cuando llegaste todo era claro; nadie se daba cuenta de lo que sentía, ni siquiera tú. Por eso dejé que me abrazaras cuando me encontraste. Dejé que me susurraras cuánto me amabas. Dejé que tus palabras me contuvieran, aunque ya no hacían el mismo efecto.
Tenía tanto frío que tuviste que prestarme tu sudadera; tu olor se impregnó en mí, un aroma que no olvidaré ni en mis pesadillas.
Recuerdo que me dejaste en mi casa esa noche, me acompañaste hasta la puerta y esperaste a que entrara.
— ¿Sabes? —dije antes de que me arrepintiera— Fuiste mi fantasía cumplida.
Te sonreí y te di un beso en la mejilla. Era el último beso que te daría.
<Adiós.> dije para mis adentros.
Por eso me dejaste caer, ahora rescátame.
ESTÁS LEYENDO
Rescátame
Teen FictionCuando el amor se esfuma, lo único que puedes hacer es esperar a que te rescaten.