43. El Bosque #4

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Me miré en el espejo medio empañado del baño. La ducha caliente había ayudado a que me relajara.

Estaba delgada, es cierto, pero no bien, sino como enfermiza. Mi piel, en vez de estar blanca, se veía un poco más crema, aunque no tenía color en la cara, estaba pálida y unas sombras moradas cubrían mis ojos por abajo. Eso solo significaba una cosa. Me iba haciendo más mortal por segundos.

Cuando paso mucho tiempo sin cazar es lo que me pasa. Al ser más vampira que humana, tengo que cazar o sino mi estado se va deteriorando hasta llegar al punto de ser una híbrida corriente. También mis dones se debilitan, y me cuesta más usarlos.

Solo ataviada con la ropa interior cogí una toalla que había colgada y salí del baño. Friedrich, mientras yo me duchaba, había metido todas nuestras ropas en unas secadoras viejas que había en la habitación. Las capas estaban demasiado húmedas para poder llevarlas otra vez, y encima ir rápido.

- He dejado las cosas que estaban en tu capa ahí –dijo señalando con la barbilla hacia una cómoda.

Anduve despacio, cautelosa. Lo último que quería era cortarme con algo y sangrar. Compartía escasos metros cuadrados con un vampiro sediento. Pasé la vista por los objetos que había metido en mi capa hace, o lo parecían, semanas. Friedrich estaba tumbado relajadamente en la cama, con las manos en la nuca, piernas cruzadas, y ojos cerrados. Como si no estuviera pasando nada ahí fuera.

Lo miré una vez más, y pensé... El me protegía y acompañaba incondicionalmente. Siquiera le había dado una buena razón, aparte de lo que parecía ser una adolescente loca que buscaba reunirse con su viejo amor perdido. Que estúpido, eso no se acercaba siquiera a la realidad. ¿Le habría hablado alguna vez de los Cullen? ¿De la historia de cada uno? Talvez no. No lo sé. Había estado preocupada en otros temas. Entonces, ¿Por qué razón lo estaba haciendo? ¿Porque no se marchaba...?

Entonces lo entendí.

Los dos huíamos de esto, los dos huíamos de nuestra realidad.

Me decidí por el cuaderno de dibujos, aquellos que hice en el instituto de Forks, no mucho antes de que los Vulturis vinieran, básicamente, a reclamarme. Pero ya he pensado esto muchas veces. Creo que en el fondo yo echaba de menos mi antigua vida, y necesitaba recordarla para saber si realmente una vida como la de los Cullens es lo que yo quería. Ahora estoy totalmente segura.

Colocándome al lado de Friedrich y solo llamando su atención con unos toques en su helado hombro, abrí el cuaderno.

- ¿Qué es esto? –dijo interesándose y pasando los dedos por encima de los dibujos.- ¿Los has hecho tú?

Asentí. Pasé más hojas hasta llegar a una de mi antigua casa, encima de la colina.

- Esta era mi casa, allá en Forks –sonreí con nostalgia.

- Es bonita –contestó apreciando el dibujo a lápiz.

El siguiente dibujo era de Alice, riéndose y jugando con  Jasper en la cafetería. Tan adorables que parecían que saldrían del papel  y escucharía sus risas. Noté que me miraba de reojo y le expliqué.

- Estas es Alice –dije posando mi dedo en cada uno.- Y este Jasper, su marido.

- ¿Son Cullen? ¿Quiero decir, forman parte del clan Cullen? –dijo sorprendido y sonreí.

- Si, exacto.

En la siguiente página estaba Emmet, con su eterna sonrisa juguetona y cruzado de brazos.

- Él es Emmet –seguí pasando hojas.- Rosalie...

- ¿Este es...? –dijo mirándome de reojo.- Lo he visto en algunos cuadros.

Eres extraña (Edward y Bella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora