Jon.

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                                                                                             -o-

Arya estaba llorando, en menos de un día había pasado por muchas emociones, había perdido a su hija, la había buscado, se había sentido que moría si ella no aparecía y cuando al fin la recuperó, venía con Gendry. Él había sido el encargado de ayudarla y salvarla. Definitivamente los dioses le estaban jugando una broma muy pesada. Tenía muchas ganas de irse con Joanna, de hecho lo iba hacer hasta que la pequeña le dijo que se había escapado porque quería ver a su papá. Lo fue a buscar sin ni siquiera saber quién era o dónde podría encontrarlo y eso le había roto el corazón. Su hija estaba triste y ella era la única culpable de eso.

Ella llegó hasta la madera de los dioses y respiró. Un viento frío le caló hasta los huesos y ella dejó que la tranquilizara. Ella recordó que hace varios años, en la batalla de Winterfell, que fue la noche que compartió con él no imaginaba que sobreviviría, por eso decidió tomar la oportunidad y pedirle a Gendry que pasara la noche con ella. La verdad era que siempre se preguntó que hubiera hecho si él la rechazaba, en el fondo tenía miedo, ella no era como Sansa o cualquiera de las otras mujeres que había conocido. No le decían Arya horseface por nada- ella sonrió con tristeza al recordar el apodo que Jeyne Poole y su hermana le dieron en la niñez.

Ese momento había sido mágico, ella cerró los ojos para recordar. Gendry había besado cada una de sus cicatrices sin preguntar qué había pasado, la miró con tanto amor y adoración que le hicieron cuestionar su decisión de no atarse a nadie. El toro era su persona, ella siempre lo supo, cuando era niña no entendía por supuesto nada de lo que sentía, pero con él siempre fue tan fácil todo, se entendían solo con verse a los ojos, él la cuidó al convivir con extraños y violadores, él guardó su secreto cuando bien pudo gritarlo y salvar su trasero de Harrenhall.

-Pero no lo hizo- ella se recordó- porque él fue leal a ti.

Hasta que decidió dejarme como todos los demás, hacerme a un lado. Cuando yo creí que no nos separaríamos nunca.

Probablemente era una tonta, pero muchas veces había fantaseado vivir en un pueblo con él, mientras el toro trabajaba en la fragua, ella cazaba o bien ayudaba en alguna posada o entrenaba niños huérfanos. Todos esos eran sus sueños y él los mandó a la mierda cuando le dijo que se uniría a la hermandad. Ella recordó cómo se sentía, era como si le estuvieran arrancando su corazón otra vez, un corazón que había costado mucho trabajo pegar después de la muerte de su padre.

Ella recordó que prácticamente le confesó lo que sentía por él esa maldita noche en la cueva.

-Yo puedo ser tu familia- le había dicho.

Y eso para una niña de 14 años había sido su manera de decir te amo. Pero él había sonreído con tristeza y le había recordado que ella siempre sería "m'lady" para él. Maldito estúpido, creyó que a mí me importaba todo eso. Lo amé desde que era un simple niño lleno de polvo saliendo de Kings Landing, lo amé cuando aceptó no decirle a nadie que ella era una Stark, lo amé cuando me protegió en Harrenhall, cuando se burló de Hot Pie porque creía que todos los que llevaban armadura eran caballeros- ella sonrió ante el recuerdo- Lo amé desde que tengo memoria y aun así me rechazó- ella recordó.

Cuando la mujer roja se lo llevó, ella lo imaginó muerto, era por eso que había añadido tres nombres más a su lista.

The red woman, beric dondarrion y thoros de myr.

UN AMOR SIN FINAL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora