No llevaba la cuenta de los días, pasaba mucho tiempo en una esquina sentado, esperaba a alguien, alguien que lo ayude, que lo saque de ahi, nadie llegó.
Las paredes blancas ya lo estaban matando. Habia hecho unos pequeños dibujos sobre estas, incluso escribió algunas palabras.
Ya no sabia que hacer, y se sentía culpable de haber confiado en él.
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¿Años? No sabe. Pero ya se lo notaba bastante crecido y deteriorado.
A veces se escuchaba la risa de un niño.
Las paredes... ya no eran blancas, la suciedad y escrituras del chico las habían llenado.
No miraba para arriba porque la luz lo cegaba, le costaba abrir los ojos.
Al parecer ya había pasado la hora de la cena pero curiosamente, escuchó el chirrido que hacía la puerta al abrirse.
Levantó la vista e hizo el mayor esfuerzo por abrir los ojos completamente.
