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Silencio y más silencio es lo que inundaba su habitación, sentía demasiado miedo ya que no podía cerrar sus ojos sin ver a aquel hombre de traje volviendolo a golpear, sabía muy bien que esa noche no descansaria y quizá nunca lo haría, por su ment...

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Silencio y más silencio es lo que inundaba su habitación, sentía demasiado miedo ya que no podía cerrar sus ojos sin ver a aquel hombre de traje volviendolo a golpear, sabía muy bien que esa noche no descansaria y quizá nunca lo haría, por su mente pasó una idea que hace un tiempo había intentado evitar...

Armando por su parte intentaba dormir, pero simplemente no lo lograba porque de su mente pasaba la imagen de Yun lleno de moratones, detesta bastante aquella imagen y simplemente jura que hará pagar a quien se atrevió a dejar al pelirrojo de aquella forma, aunque fuera lo último que hiciera.

Un nuevo día llegaba, el sol aún no salía y Armando ya se encontraba despierto, su cabello completamente despeinado, bajo sus ojos unas marcadas ojeras que hacían ver que se encontraba demasiado cansado y eso era cierto no pudo dormir en toda la noche a pesar de eso asistiría a su empleo como normalmente hace, bajo a la cocina para comenzar a prepararse un café con la intención de persuadir el sueño al menos por un rato. Por otro lado el asiático se encontraba sentado en su cama mirando la pared que estaba frente a él, la oscuridad aún dominaba y no había logrado dormir por dos razones: aquella imagen del hombre golpeandole y el increíble dolor que sentía, no tenía demasiadas ganas de hacer nada pero aquel día tenía que llevar acabo demasiados tratos de la mafia que no podía simplemente posponer. Se encontraba dirigiéndose a la cocina y le sorprendió encontrarse con Nadando, sabía que entraba sumamente temprano pero no esperaba verlo a aquella hora.

—¿No es muy templano?

—No podía dormir —le lanzó una sonrisa. —Y tu ¿no pudiste dormir bien?, ¿aún te duele demasiado?

—Pues el dolol no me dejo descansal, pelo ya no duele como en la noche

—Vale... ¿Gustas un café?

—Pol supuesto, glacias

El pelinegro comenzó a preparar un café para su compañero, en completa calma, un rato más tarde estaban los dos sentados en aquella mesa tomando la bebida, ninguno decía nada y sólo se veían.

—Te quiero ayudar y no quiero que vuelva a suceder lo de antes —tomó la mano del pelirrojo para observarlo a los ojos—

—Que estoy bien, no es necesalio que te pleocupues, pol favol

—Por dios chaval, se que no te encuentras bien y sabes que estoy para ti

El asiático sólo miro directamente a quien tenía de frente, quería contarle todo lo que sentía, pero le daba bastante miedo hacerlo.

—Ya, ya no es necesalio que te pleocupues ile a tlabajal

—Por favor

—Que te vaya bien el día de hoy almando

—Vale, ve con cuidado en ese caso

Sin mas Kalahari salió de la casa para irse dejando al mecánico sólo que aún no terminaba su café simplemente lo terminó y fue directo a la ducha al acabar se observó en aquel espejo, se comenzó a peinar rápidamente y partió hacia el taller, aún era bastante temprano.

La tarde ya había llegado, el asiático había simplemente acabado con todos aquellos tratos, se encontraba sentado en la arena observaba las olas y aquello poco a poco lo tranquilizaba.

—Jodel pelo es que estoy halto de esto —paso sus manos por sus ojos mientras las lágrimas aún bajaban por su rostro. —Quizá debelia acabal con esto

 —Quizá debelia acabal con esto

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Herido. Yunando Donde viven las historias. Descúbrelo ahora