Capítulo 12

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El cuarto prohibido.

Miraba por la ventana, viendo la lluvia chocar contra el cristal como si deseara reventarlo. Esto me recordó a aquel día en el cual mi propio padre me había vendido. Aún podía escuchar las voces de los padres de Joseph quejándose por su decisión alocada de tenerme como esposa. Por suerte logró convencerles. ¿Qué mejor que tener una chica a la que no conoce nadie y que es igual a un papel en blanco? Exacto, yo era perfecta para ser moldeada a su gusto. Les ardía que fuese una mendiga, pero decidieron tragarlo a cambio de que nadie se enterase de ello.

No iba a llorar por tremenda chorrada, lo juro, pero seguro que la oleada de recuerdos fue la que me hizo romper en lágrimas. Decidí irme lo más lejos de ellos, al menos por un rato. Estar sola o mejor, conectar con la naturaleza. Por ende caminé hasta el jardín, sin que la fuerte lluvia pudiese pararme. Me planté allí, en medio, mirando el cielo. Lo que no sabía era que no estaba sola. Una mano femenina me tomó por el hombro.

- Ey, ¿estas bien? - parecía realmente preocupada y me giré hacia ella para dedicarle una fingida sonrisa.

- Si, tranquila, sólo estaba... - me quedé unos segundos en blanco intentando buscar rápidamente una excusa creíble.

- Oh, vamos. Era una pregunta retórica cariño. Es obvio que andas en algo bien feo. - dijo moviendo su dedo índice en círculos de manera muy expresiva, lo que me hizo reír.

- Digamos que esto es más difícil de lo que creía. 

- ¿El qué?

- Los estereotipos, las máscaras, los engaños. - dije arrastrando las palabras como si me costase digerirlas.

- Bien. Haremos algo. Lo primero es llevarte adentro y que te seques y lo segundo es que me cuentes todo lo que te estas guardando. 

- No es necesario, puedo con esto sola. 

- Allí te equivocas cariño, una pequeña oveja entre lobos es presa fácil. 

Era una desconocida, sin embargo algo en ella me hizo confiar y acabé aceptando su ayuda. 

Recién allí me percaté del paraguas que ella sujetaba con la mano derecha, cubriéndonos a las dos de la tormenta. Entramos y me guió hasta la parte norte de la mansión, a una sala que debía ser una biblioteca. Me senté en el cómodo sofá que había en el centro y ella hizo lo mismo después de ofrecerme una manta. Sus ojos brillaban y me acarició un brazo a modo de calma.

- Me llamo Bettany Waldorf. Mi marido conoce a la familia hace mucho tiempo. ¿Y tú eres...?

- Senata Clark, la prometida del señor Bridget. - dije sonrojandome sin motivo aparente.

- ¡Así que eres la famosa chica misterio! Desde que te vimos en la gala de otoño no pudimos evitar preguntarnos sobre tí. De dónde eres, quien, cuando... - decía de forma bastante acelerada.  

- ¿Por qué tanto interés? 

- Hasta ahora Joseph estaba soltero y si llegaba a tener algo, siempre era de una noche.

- Lo nuestro es diferente. Nos amamos y queremos ir en serio. - dije a mi parecer bastante convincente, pero ella enseguida se percató de que era una tremenda mentira.

- ¿Qué tan enserio? 

- Tanto que no me imagino una vida sin él. 

- ¡Sé que no es así, tú mirada me lo está gritando! - contestó con un tono algo elevado pero al notar que me había incomodado se relajo un poco. - Verás, cuando Charles y yo nos prometimos era mágico, como si estuviéramos predestinados a acabar juntos. Reconozco a una mujer enamorada y tú no lo estás.

Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora