Capítulo 27

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Champán y sexo. 

Con mi pequeño cachorro blanco en los brazos, ya tenía alegría suficiente como para mínimo un año. Siempre quise tener una mascota, pero los sirvientes de la mansión lo teníamos estrictamente prohibido. Ahora tenía un amigo de verdad, un animal jamás me sería infiel o me trataría mal. Este pequeño bichito iba a recibir miles de caricias, que quieren, era una mami mimosa. Joseph logró combinar un regalo perfecto con una buena acción. Acordé con la voluntaria llamada Ally, que iría allí cuando este libre para hacerme cargo de esas bolitas de pelo. Aun me faltaba recorrer el espacio gatuno, por lo que el regreso estaba asegurado.

Al principio a Joseph no le hacía ilusión tener un nuevo miembro en la familia, pero el perrito acabó derritiendo su corazón a lametones. Apuntaría su estrategia en mi libreta, quizá yo también lograba ablandarlo con un par de lamidas. Aunque quizás logré otro tipo de efecto... Al pobre Rufus le tocó hacer de niñera, el pequeño no paraba de mordisquearlo y saltar intentando llegar a su hocico. Los dos nos reímos al ver esa tierna imagen.

Empezaba a tener agujetas, pero no estaba tan cansada como para irme a la cama. Mi plan era pasarme la noche como cualquier otra, viendo mi serie favorita y comiendo helado. Pero cuando Joseph abrió la puerta del piso me obligó a tomarme un baño relajante. Mientras yo me quitaba la ropa para ponerme mi albornoz prebaño, él encendió unas cuantas velas y llenó la tina de agua.

- ¿No crees que las rosas son demasiado? - dije al ver los pétalos rojos flotar en el agua. Me sonroje, él se estaba esforzando mucho en complacerme.

- Nada es demasiado cuando se trata de ti.

Se acercó a mí y me dejó un cariñoso beso en la mejilla. Dijo que no me preocupase por el tiempo, que podía estar ahí hasta que me hartase. Me avisó de que tenía un vestido negro y unos accesorios listos para cuando acabe. Y no entendía por qué, ya que no me dio ningún detalle. ¿Será que me estaba preparando para otra de esas galas pomposas? "Pero de ser así me lo hubiera notificado, soy su secretaria después de todo." Pensé descartando aquella idea por completo. La bomba aromática que usé cumplía con su labor, aparte de teñir el agua de color rosa, olía a maravilla. El aroma era tan potente que sentía como si estuviera en un pasto de flores.

Cuando mis dedos ya parecían pasas, salí de allí metiendo mis pies en mis zapatillas de conejito, algo infantil lo sé, pero no pude resistirme a comprarlas, eran realmente adorables. Aquel vestido negro que encontré colgado junto con los zapatos de tacón a juego, se ajustaban perfectamente a mis medidas. Me quedé un rato admirando lo bien que me veía en el espejo. Tenía un escote que dejaba ver mi espalda, un toque sexy pero discreto. Por debajo me puse un conjunto de encaje del mismo color que el vestido. Quien sabe si lo iba a necesitar. Agarré un bolso pequeño, metiendo lo justo, sin embargo al bajar las escaleras me percaté de que no iba a usarlo esta noche. ¡Porque la fiesta era dentro del piso!

Joseph estaba parado con un traje que recordaba a gritos lo atractivo que era. Y sostenía dos copas de champán, una me la ofreció a mi. Pero aparte de eso, la mesa estaba cubierta para dos personas, con platos que te daban hambre con sólo dar una ojeada.

- ¿Qué es todo esto? - pregunté con una sonrisa de oreja a oreja que no podía borrarme de la cara.

- Una cena. Para nosotros. ¿No es obvio?

- No sé qué decir, es precioso.

- No digas nada, solo acompáñame en esta noche. Quiero que este cumpleaños sea especial para ti.

- Desde luego que lo es. Me has dejado sin palabras. No sabía que el gruñón de mi prometido era capaz de algo así. - le provoque con la mirada fija en sus ojos azules.

- ¿Así es como habla a su jefe señorita Clark? Habrá que corregir sus modales. - soltó mordiéndose el labio inferior. - Sentémonos. - propuso.

La cena fue ideal. Platicamos de nuestra infancia y el me refrescó la memoria con las anécdotas de cuando éramos niños. Me dijo sobre aquello que Tani me contó antes de que llegara, pero también cosas nuevas. Como que yo era una patosa y él tenía que curar todas las heridas que yo me hacía. Me regaló un conejito sólo para que no llorase por eso. Le escuchaba a la vez que mis papilas gustativas disfrutaban del espagueti a la carbonara que había preparado. Para ser mal cocinero eso le había salido exquisito. Terminamos casi a la vez y no pude evitar abrir mi bocota para preguntar por el postre. Una sonrisa de carácter pícaro se dibujó en sus labios.

- Para eso debo taparte los ojos.

Y así fue. Me cubrió los ojos con su corbata. "Demasiado misterio para un postre." Me dije a mi misma dando por hecho de que ese hombre tramaba algo.

- Ya puedes ver, querida. - avisó con una voz extra melosa después de unos cuantos minutos.

Desaté el nudo y cuando mi mirada quedó sobre él, me di cuenta de que estaba desnudo. Y no sólo tenía al descubierto ese torso bien trabajado, sino que su miembro también estaba al aire. Agarró un lubricante y desde mi posición ya pude leer que se trataba de uno con sabor a chocolate. ¿Su imaginación lujuriosa no tenía límites? Relamí mis labios incluso antes de probarlo. Estaba erecto, duro para mí. Arrebaté el lubricante de sus firmes manos y vertí un poco del contenido en mi palma. No tardé en nada en agarrar su pene y cubrirlo con aquel líquido espeso y pegajoso. Su cara era la de un completo niño travieso. Lo estaba disfrutando como yo.

Me agaché delante de él, sin esperar una invitación por su parte. Mis labios se posaron suavemente sobre su erección y él soltó un gruñido de placer. Mi lengua comenzó a delinear su largo y el bote no mentía, aquello sabía a chocolate, lo que nos permitia a los dos gozar de ese proceso. Golosa lo metí en mi boca después de una breve estimulación previa y ya por dentro rozaba su glande con la punta de mi lengua, a la par que succionaba con suavidad. Me agarró el cabello con delicadeza y lo sostuvo con su mano derecha en una coleta improvisada. Se me hizo mucho para cómodo seguir y a la vez más excitante con aquel toque de dominación. Me mojaba sólo por el hecho de estar allí chupandosela y él mirándome y residiendo los gemidos que tanto querían salir de su boca.

- Joder Sen. No aguanto más.

Me cargó en sus brazos para en pocos segundos tirarme sobre el sofá, estaba tan impaciente que no podría llegar hasta la cama. Se puso un condón y seguidamente subió mi vestido sin siquiera quitármelo. Deslizó mis braguitas hasta mis pies y me las metió en la boca. Entró de golpe, sin avisar, para saciar su deseo. Y de no ser por aquella tela, hubiese soltado un gemido bastante alto. Al tener mi boca ocupada, sus besos fueron a por mi cuello y mi clavícula. Me ponía caliente. Rodee su cintura con mis piernas y la penetración se hizo más profunda. Una vez él calmó sus ganas, lo sacó para cambiar de pose. Se sentó sobre el sofá y yo me senté encima, de espaldas a él, tomó mis piernas con cada una de sus manos y entró de nuevo en mi húmedo interior. Puedo afirmar que se convirtió en una de mis posiciones preferidas. Liberó mi boca, ya no podía conformarse sólo con mi piel, necesitaba de mis labios, y yo de los suyos. Giré mi cabeza y nos besamos, el invadió mi cavidad bucal con su lengua y al notarlo la busque con la mía para entrelazarlas.

Tener sexo ardiente era una buena manera de terminar aquel día.

* * *

Parece que Sen y Joseph acabaron pasándolo de maravilla.

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Besos.

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Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora