Capítulo 48

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Cerrando su capítulo. 

Hablar con Fedra me había echo sentir mucho mejor y no tan solitaria. Platicamos un buen rato y lo que no podía ignorar eran las miraditas furtivas que se lanzaba con Hernán.

Pero a los dos les faltaba un pequeño empujón para dar ese paso y acordar una cita. Y como no, mi cupido interior resucitó de sus cenizas de nuevo. El amor era algo que me inspiraba y me ponía de buen humor enseguida.

Tuve que luchar para que Fedra soltara a mi pequeño canino. Le habría gustado tanto adoptar un animalito, pero sus largos horarios de trabajo y en parte su situación económica, lo hacía imposible por el momento.

Hernán me llevó de nuevo hasta la mansión. No había ni rastro de Joseph o Erika, tan sólo de Julen, el cual miraba la televisión sin mucho interés.

– Buenas tardes Juls, ¿dónde están tus padres?

Dejé mi chaqueta colgada en el amplio armario de la entrada.

– Estan trabajando. – dijo con la voz casi temblorosa.

Sí, fueron a "trabajar" dejando a un niño pequeño solo en un lugar inmenso y lleno de utensilios peligrosos.

– ¿Qué estas viendo? – pregunté observando la pantalla del televisor.

– Lacytown. ¿Lo conoces?

– No, pero veo que no es muy divertido, ¿cierto?

Había una especie de marionetas interacciondo con personas. El único que llamaba la atención, era por lo visto el villano.

– B-bueno, no está mal. Pero prefiero....leer. – admitió sonrojado.

– ¿Entonces que haces viendo la tele? – pregunté sentandome al lado de él en el sofá, cruzándome de piernas.

– Mi mamá dice que leer es para pringados y ya ví todas las revistas de moda que me dio. – explicó desviando la mirada.

Podía notar, por como siempre se dirigía a ella y como hablaba de Erika, que no tenían una buena relación.

No iba a dar ningún discurso, era joven y nunca una madre, pero era muy obvio que descuidaba a su hijo más de una vez. Sólo tenía ojos para la billetera de Bridget.

– Me estás diciendo que no tienes libros, ¿es eso posible? – exclame algo sorprendida.

– N-no. – sollozo levemente pero enseguida fingió indiferencia.

– Tú y yo nos iremos ahora mismo a una librería. Y no vamos a salir hasta que por lo menos hayas agarrado diez, que digo, ¡¡veinte!!

Sus ojos se abrieron de par en par, mostrando un brillo que nunca había apreciado en ellos. Se levantó de golpe, por la emoción y dio pequeños saltos enfrente de mí.

Sonreí agarrandolo por los hombros y calmando un poco su entusiasmo.

– ¿Lo prometes? – interrogó dudando por última vez.

– Sí, venga, vistete rápido, antes de que nos pille tarde.

– ¡Voy!

El pequeño fue subiendo la escalera de dos en dos y yo me puse de nuevo mi chaqueta y salí afuera, Hernán estaba apoyado sobre el capó del coche todoterreno, tecleando algo en su celular. Con una sonrisa bobalicona en su rostro.

Di unos cuantos pasos en su dirección y llamé su atención. Definitivamente me iba a matar, tres viajes en un día y con tan poco margen de tiempo. Pero era por Juls, trague saliva y me decidí a preguntarle.

Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora