Capítulo 38

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Un trayecto al desespero. 

Joseph besaba tan bien. Solo con sus labios ya lograba llevarme al éxtasis. Nos separamos únicamente por falta de aire en nuestros pulmones.

Mientras recuperaba el aliento mis ojos buscaron los suyos y me perdí en ellos. Tan profundos y brillantes. Su mano se posó delicadamente en mi mejilla y me acarició con la yema de su pulgar.

- Quédate conmigo para siempre. – me dijo atrayéndome a él.

Mi rostro quedó sobre la suavidad de su pecho y sus manos me envolvieron en un cálido abrazo. Todo era perfecto hasta que sentí como bajaba por mi espalda hasta llegar a los volantes de mi vestido. Su mano derecha se metió bajo mi ropa agarrando el elástico de mis bragas y bajándolas con agresividad.

- ¿Q-qué haces? – pregunté pero mi voz era apenas audible.

Intenté apartarlo de mí, pero me fue imposible. Sus brazos me sostenían con tanta fuerza que sentía que me ahogaba. No podía levantar mi rostro para verle la cara.

- Te amo cariño, de verdad, pero ya no puedo seguir conteniéndolo.

- ¡Suéltame! – chillé aterrada.

De la nada tenía unas esposas rosadas alrededor de mis muñecas. Joseph me tiró sobre la cama y cuando abrí los ojos después del impacto, ya no era él.

Tenía a Colem sobre mí, con un agujero atravesando su frente y un color azulado cubriendo su tez.

(...)

Me desperté sudando y con un temblor de cuerpo. Joseph estaba a mi lado con un rostro de preocupación y su mano sobre mi muslo. La cual aparté de inmediato.

- Sen, estabas hablando en sueños, ¿qué ocurre?

- Una pesadilla, una pesadilla horrible. – logré pronunciar con un nudo en mi garganta.

- ¿Quieres un poco de agua?

- Si, por favor.

- Intenta relajarte, sea lo que sea que hayas soñado no es real.

Él tenía razón. Colem ya no podía hacerme daño. Pero aparte de mi razón existía algo más y ese algo me estaba impidiendo ver las cosas claras. Joseph volvió con un vaso de agua y una pastilla.

- ¿Qué es esto? – pregunté analizando aquella píldora amarilla.

- Algo que te ha recetado el médico y que hasta ahora no hemos necesitado. Como me temía, tu estrés postraumático está saliendo a la luz.

- Estoy bien, no es nada, de verdad.

- No estoy tan seguro de eso.

- Cualquiera puede tener un mal sueño. – dije intentando tranquilizarle.

- Pero no todo el mundo ha pasado por lo mismo que tú. Y ya es hora de afrontarlo como es debido.

- Ya te lo he dicho, no pienso ir al psicólogo si estoy totalmente bien.

- ¿Bien? No dejas que te toque ni me besas. Eso no es la definición de estar bien.

Me acosté dándole la espalda y conteniendo mis lágrimas. No quería que me vieran como a una loca, como alguien inestable. Yo solo deseaba seguir con mi vida habitual. Olvidarme una vez por todas de lo que ocurrió ese día.

Me quedé dormida sin darme cuenta y desperté a las doce del mediodía. Era muy tarde, tardísimo. Con una velocidad que ni yo me creía posible me vestí y me cepillé los dientes. Entré a la sala de estar buscando con mi mirada a Joseph pero en vez de eso vi a Adley sentado sobre el sofá.

Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora