Cena familiar.

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Termino de vestirme en el vestidor desordenado y me miro en el espejo satisfecha. Hela está a mi lado, tumbada sobre la moqueta, dormida.
Llevo un vestido negro camisero, abotonado a un lado por la parte delantera, con unos botones grandes y dorados. Es entallado hasta medio muslo, muy favorecedor. Me he enfundado las piernas en medias y me he calzado unos tacones de color negro y el tacón dorado. Me he maquillado oscureciendo mis ojos y con un suave toque nude en los labios. Y mi nuevo corte de pelo pone la guinda al pastel. Una brillante y sedosa melena por debajo de mis hombros brilla con el rubio de unas mechas californianas de muerte.
Me he pasado la tarde en la peluquería, me apetecía un cambio.
Cojo mi abrigo de visón de color negro y un pequeño bolso de piel negro de Dior con una fina cadenita dorada. Cuando me giro, veo a Christian, apoyado en la pared, con las manos metidas en los bolsillos y esa mirada de poder y posesión que me hace estremecer.

-Hola -digo en voz baja y titubeante prendiendo aún más su mirada.
Respira hondo y se yergue.

-Llevo -empieza a andar amenazante hacia mí con ese aire suyo de depredador embriagado por el olor a sangre-, un momento mirándote... Pensando... -llega hasta mí y se queda muy cerca, casi rozándome-. ¿Qué tiene ella que...me vuelve tan loco? -dice bajando la voz. El olor de su perfume empieza a impregnar la poca distancia entre ambos y su calor acaricia mi cuerpo -. La primera vez que te vi supe que había algo en ti, algo detrás de esa ropa tan discreta, detrás de ese pelo tan largo y oscuro tapando esta piel tan pálida y esos ojos tan inexpresivos y tan fríos como el mismísimo hielo que a veces se derriten de ternura e inocencia cuando me miran y otras me odian. Y yo no podía dejar de mirarte. No podía dejar de seguirte, de pensar cómo sería tocarte, oírte. No dejaba de pensar qué había en ti. Por qué de todas, una mujer tan inocente había logrado llamar tanto mi atención -dice sin aliento -. Viéndote ahora... -suspira -. Me doy cuenta de lo equivocado que estaba -dice en voz baja.
Levanta la mano y me acaricia el pelo con sus dedos.

- ¿Prefieres un pajarillo enjaulado? -le digo con firmeza y él empuña el pelo de mi nuca endureciendo la mirada.

-Tú siempre serás mi pajarillo -dice -. Ni tú misma podrás arrebatarme eso. Jamás -aprieta su mano obligándome a echar hacia atrás la cabeza y deja sus labios suspendidos sobre los míos.
Suspiro de expectación y deseo contra los suyos y él absorbe mi aliento cerrando los ojos.

- ¿Y qué tengo, que no tuvieran otras?
Los abre y una sonrisa malvada se dibuja en sus labios.

-Todo -susurra y me besa profundamente.

Belgravia se extiende ante nosotros en todo su lujo y apogeo pese a que sus calles están completamente desiertas. Las lujosas casas se iluminan con sus impresionantes decoraciones navideñas. El aire saturado de vapor empieza a condensarse por el frío creando finas gotas de agua que humedecen el ambiente.
Vamos en la parte trasera del todoterreno hacia la casa de la madre de Christian.

-Se espera que esta noche nieve -dice Christian guardando su móvil en su americana negra. Va completamente vestido de negro y está de muerte -. ¿Te gusta la nieve, cielo? -Coge mi mano y me acaricia los nudillos.

-Claro.

-Entonces iremos de vacaciones de navidad a Saint Moritz -dice -. Te va a encantar esquiar, además de que estarás encantadora con uno de esos gorritos de lana.
Sonrío.

-Pensaba que te gustaba mi cuerpo en biquini y al sol -bromeo.
Gime bajito.

-Sí, también -acaricia mi pelo con su nariz y lo huele -. ¿Dónde quieres ir tú?
Me encojo de un hombro.

-Cualquier cosa está bien para empezar -digo en voz baja.

- ¿Para empezar? -dice sorprendido.

-Nunca he salido del país. Y pienso hacerlo mucho de ahora en adelante, así que, cualquier sitio es bueno para empezar.
Sonríe.

Loba rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora