Viaje inexperado.

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El amanecer se cernía sobre nosotros que aún yacíamos abrazados y desnudos envueltos entre sábanas de satén.
Nubes grises se cierran en el horizonte aguardando lluvia.
Cuando le miro, sus ojos grises ya están sobre mí. Esos ojos tan bonitos me miran prometiéndome el mundo, un mundo en el que él es el dueño.
Le acaricio la barba con suavidad enredando en ella, no está muy larga pero puedo hundir los dedos en ella como tanto me gusta.

- ¿Soñando despierta? -dice bajito.
Cuando le miro a los ojos de nuevo una tremenda sensación de timidez me invade dejándome descolocada y muy vulnerable ante esos ojos que atraviesan mi alma.

-Es que eres tremendamente guapo, Christian -me encojo de un hombro.
Me recompensa un cariñoso abrazo y me besa la frente.

-Cielo, tengo que levantarme -dice en voz baja.
Me remuevo contra él abrazándole aún más.

-No. Quedémonos hoy en casa -le pido.
Él sonríe con satisfacción y me besa la cabeza.

-Ojalá pudiera, pero esto no lo puedo posponer. Tengo que viajar.
Levanto la cabeza de golpe y le miro.

- ¿Adónde? -pregunto y él aprieta los labios y respira hondo.

-Serán solo dos días a lo sumo, cielo.
Frunzo el ceño.

- ¿Estás siendo evasivo? -pregunto seria y él se queda callado, mirándome igual de serio.

-Voy a Brasil.
Me siento de golpe en la cama casi dando un salto.

- ¿Tú? -grito. Sus ojos bailan por mi cuerpo y se muerde el labio mientras se sienta en la cama lentamente -. Eh, campeón, vamos, no me jodas -le sujeto la barbilla y le levanto la cabeza para que me mire a la cara.

-Oye, es mi vista favorita. -Pongo los ojos en blanco y él se abalanza sobre mí tumbándonos a ambos en la cama-. Te tengo, preciosa -dice juguetón y me muerde el cuello.
Su brazo lleno de tatuajes cruza mi pecho y lo acaricio con mi mano.

"Mándame el teléfono de tu hombre. Esto es asunto mío."

-Christian, ¿qué vas a hacer? -Una fuerte presión de angustia se cierne sobre mí cuando recuerdo sus palabras de anoche y me siento incapaz de poder controlarme.

-Voy a hacer lo que debo hacer -dice con frialdad.
Se apoya en un codo y suspira.

- ¿Pero por qué tú? Puedes mandar a alguien -le digo agarrándole de la muñeca y me acaricia la mejilla.

-Ese no es mi modus operandi.
Entrecierro los ojos llena de rabia.

- ¡A la mierda con eso! ¿Y si te pasa algo?
Ladea la cabeza con una preciosa sonrisa.

-Solo por verte tan interesada en mi bienestar ya merece la pena. -Intento levantarme pero él me detiene -. Eh, lo siento, ¿vale? -dice bajito sobre mí y me besa suavemente los labios.

-No lo tomes a broma, creí que mandarías a alguien, claro que me intereso, joder.
Se inclina y me besa.

-Dentro de dos días volveré y te llevaré a las Vegas para hacerte mi esposa, Ana.

-Christian... -frunzo el ceño.
Baja la cabeza y se mete mi pezón en la boca gimiendo de placer.

-Voy a echarlas de menos -dice y se mete mi otro pezón en la boca.
Suspiro rendida.

No puedo evitar poner mala cara cuando termino de vestirme y salgo al salón para despedirme de Christian. Cabreada, he formado otro de mis revuelos en el vestidor y en el baño y ni siquiera he disfrutado cuando Susana ha entrado y ha puesto la cara de horror más espeluznante de la historia.
Hela viene a mi lado atenta a mí en todo momento. Salgo al salón donde el equipo de seguridad está frente a la puerta y los cinco se quedan en silencio cuando me ven y se yerguen.

Loba rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora